Ambiente y ordenamiento territorial
La palabra china para crisis es muchas veces invocada en textos junto con la afirmación de que representa a la vez riesgo y oportunidad. No obstante, esa traducción puede ser considerada un tanto falaz, debido a que el carácter jī aislado, no significa necesariamente oportunidad. Eso mismo ocurre en este momento, a pesar de que la inercia de nuestro estilo de vida quiera aislar conceptos para cambiar significaciones, la crisis actual es la coyuntura ideal para rectificar caminos, modificar comportamientos, derribar costumbres nocivas y mejorar nuestro ambiente y a nosotros con él.
Publicada el 31 DE JULIO 2020
La pandemia producida por coronavirus (2019-2020) es la consecuencia de la enfermedad iniciada hacia finales del año 2019 (COVID-19) en la ciudad de Wuhan capital de la provincia de Hubei, en la República Popular China. Esta enfermedad, que se identificó por primera vez en diciembre de 2019, ocasionada por el virus coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2), fue descrita en individuos afectados que estaban vinculados con trabajadores del Mercado Mayorista de Mariscos del Sur de China. El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconoció como una pandemia global [1].
Lo que resulta interesante, es entender que la verdadera causa por la cual se generan este tipo de situaciones es el comportamiento adoptado por el ser humano a lo largo del tiempo, transformado en su estilo de vida irrefutable y exacerbado en las últimas décadas debido a los métodos de extracción de materias primas, de producción de las mismas y de elaboración de manufacturas. No decimos que el modus vivendi del ser humano sea perjudicial en su totalidad, o que el humano sea malvado con su entorno per se; pero es cierto que a medida que el tiempo pasa los perjuicios son mayores y la situación se vuelve incontenible. La alta dispersión de la población acarrea conflictos que tienen sus impactos en el presente, el futuro cercano y mucho peor, a largo plazo. En el presente nos encontramos afrontando aumentos en las tasas de contaminación, dependencia a los combustibles fósiles, aumento en el tráfico y con él de los accidentes de tránsito y hasta aumentos en las tasas de obesidad. A largo plazo nos enfrentamos a una realidad con una alta disminución de la tierra cultivable y con ella la cantidad y calidad de agua potable, aumento en los costos y tiempos del transporte personal sin contar la segregación social y la fragmentación urbana, ambos procesos sociales-urbanísticos de alto impacto y una muy baja tasa de cambio o mejora. Por su lado, la deforestación tiene un impacto directo en el cambio climático y calentamiento global [2].
Investigadores estiman que la deforestación y otras prácticas agrícolas, han contribuido a alrededor del 20% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), además de otros gases nocivos que también han sido liberados a la atmósfera (por ejemplo: el óxido de nitrógeno, el metano y el ozono). Por otra parte, la deforestación contribuye a la erosión del suelo ya que destruye los mismos y esto incrementa la desertificación, disminuyendo la biodiversidad global. Actualmente, los ecosistemas forestales desempeñan un papel fundamental en la absorción de gases y actúan como sumideros de carbono, por lo que su conservación en fundamental para el desarrollo de la vida en el planeta [2, 3].
Como podemos entender estas son las principales actividades que generan la liberación masiva de gases nocivos a la atmósfera terrestre, trayendo consigo una estela de problemáticas diversas que desembocan todas en un mismo final, uno que conocemos, uno que transitamos. Problemáticas tales como: la extinción de especies, la reducción del hábitat y finalmente la pérdida de biomasa global y de biodiversidad. Los árboles también contribuyen con el ciclo hidrológico ya que devuelven el vapor de agua a la atmósfera, y por lo tanto, la eliminación de éstos también causa cambios en el clima de algunas zonas, lo que trae aparejado fluctuaciones extremas de temperatura. Por otro lado, el acercamiento de animales silvestres por la pérdida de hábitat, el consumo de animales exóticos y el tráfico de especies raras como mascotas produce que algunos virus de otras especies se adapten al humano. Los hábitos modernos como el consumo de alimentos transgénicos, el estrés y la ya nombrada contaminación bajan nuestras defensas y afectan nuestro sistema inmune. Esto ayuda a la propagación de enfermedades y los riesgos de pandemias aumentan cada vez más no solo en duración, sino también en cantidad [4, 5].
Si bien el cambio parece lejano o de muy difícil realización, éste es posible, pero requiere un alto y expansivo grado de compromiso con el mismo. No solo los gobiernos y el sector privado deben cambiar las políticas medioambientales, el cambio también está en nosotros como individuos. En este momento el planeta da hogar a 7.700 millones de personas, y el consumo y la alimentación son puntos primordiales, no solo en la situación actual sino también en el futuro. La comida nos une, es parte de todas las culturas alrededor del mundo, pero ¿de dónde viene? ¿Somos responsables de nuestro consumo? ¿Es importante elegir lo que consumimos? La respuesta es sí. Importa lo que elegimos para consumir, y mucho. Más plantas, menos carne: deberíamos comer más frutas, verduras, nueces, semillas y granos integrales, al tiempo que limitamos sustancialmente los alimentos de origen animal. Cultivos más diversos: la agricultura y la pesca debe volverse más heterogénea para proporcionar alimentos nutritivos que sean buenos para la salud humana y respalden el medio ambiente [6].
Innovar la producción de alimentos: esto abarca mejores rendimientos de las tierras de cultivo; mejor uso de fertilizantes y agua, y por último la aplicación de una agricultura climáticamente inteligente. En la actualidad no hay nuevas tierras de cultivo: debemos alimentarnos de las tierras agrícolas existentes, al mismo tiempo que restauramos y protegemos la biodiversidad. Reducir el desperdicio de alimentos: es necesario reducir las pérdidas de alimentos en la producción y el desperdicio de alimentos por parte de particulares y minoristas en un 50%. Éstas son las nuevas tareas a realizar como ciudadanos y como seres humanos que convivimos en este planeta sin ser los únicos en habitarlo. Debemos lograr que cada ciudadano, cada persona logre llevar estos cambios a su vida diaria, a lo cotidiano para llegar así a un cambio sano y verdadero sostenido en el tiempo. Pero una buena alimentación y un correcto consumo de esos alimentos pueden ser considerados la base o el inicio de un proceso que involucra también otros procesos y cambios en las formas de realizar ciertas operaciones o acciones dentro del mundo en el que vivimos y nos trasladamos. El transporte es un punto de primordial importancia, desde el uso de bicicleta y otros transportes alternativos, pasando por la preferencia del transporte público sobre el automóvil, hasta optar por no realizar vuelos de manera constante y repetida salvo excepciones. Entendemos que en el futuro el humano no realizará viajes tan largos, el trabajo tiende cada vez más a ser remoto, a ser virtual, y las videoconferencias y redes virtuales vienen justamente a salvar esas distancias que antes recorríamos irremediablemente en algún tipo de transporte. Es importante entender que cuando hablamos de transporte hablamos también de energía, es muy imprescindible un adecuado y consiente uso de la misma, optando por métodos alternativos de energía, e incluso en el uso doméstico debemos alentarnos cada vez más a llevar adelante ciertos hábitos diarios como apagar las luces y desconectar los electrodomésticos cuando no se estén utilizando. Lavar la ropa con agua fría y no usar secadora. Solo usar el lavavajillas y la lavadora cuando estén llenos, optimizando así los usos necesarios de éstos y otros electrodomésticos también. Es importante además tomar conciencia de los espacios que habitamos y como éstos pueden ayudarnos, conservando el agua, recolectando agua de lluvia, utilizando dispositivos que ahorren agua y manteniendo solo plantas nativas, aislando la vivienda del exterior y usando sistemas de enfriamiento eficientes, como ventilación natural y diseño solar pasivo para ahorrar en las necesidades de calefacción y aire acondicionado. La arquitectura debe ayudar a construir estas bases sobre las cuales asentaremos un mundo más sustentable [6, 7, 8].
Finalmente, es muy importante saber que reciclar es una opción, pero no es la única y mucho menos es la panacea de este cambio. Antes de reciclar, hay que rechazar o reducir productos desechables como plásticos de un solo uso y embalajes excesivos. Luego, optar por donaciones y apoyo a distintas organizaciones que puedan realizar ese tipo de tareas, visitar tiendas de segunda mano cuando se necesite algún bien determinado, comprar productos duraderos, de buena calidad y pedir prestado aquellos artículos de extraño uso, o de un solo uso, apoyar marcas y productos que sean ambiental y socialmente sostenible, y por último sí, reciclar todo lo que se pueda y aprender a hacerlo correctamente para su reutilización [9].
Por otro lado, sabemos que la economía mundial debe transformarse. Tradicionalmente, nuestras economías se han basado en un modelo lineal, donde se extraen las materias primas y se fabrican, usan y eliminan los productos. Este modelo económico es ineficiente, derrochador e intensivo en emisiones. En cambio, podemos diseñar nuestra economía en torno a un modelo circular, donde los recursos en bruto son renovables en lugar de finitos (por ejemplo, energía solar), los productos y materiales se reutilizan y reciclan, los desechos de una industria se convierten en insumos para otra, y la contaminación y las emisiones se minimizan en última instancia. Todos los ejemplos anteriores ayudan a reducir las emisiones, incluyendo FABLABs (talleres de fabricación digital), Fairtrades como alternativas de consumo y de intercambio de bienes y servicios [10].
En último lugar y más importante, el rol del Estado es fundamental en las políticas públicas que se pueden y deben implementar para que ocurra el cambio necesario. Los gobiernos son una pieza clave en la arquitectura de acción climática. A través de una clara visión política y liderazgo, los gobiernos nacionales pueden impulsar el consenso a nivel internacional, así como traducir la urgencia climática en acción local y regional. Hay una miríada de herramientas de políticas que los gobiernos pueden emplear para fomentar la mitigación del cambio climático. Estas herramientas se pueden agrupar en varias categorías:
…“Herramientas reguladoras: Los gobiernos pueden establecer prohibiciones o límites e introducir estándares sobre productos o procesos con el objetivo de hacer que los patrones de producción y consumo sean más sostenibles. Las herramientas regulatorias pueden incluir:
•Estándares ambientales
•Normas técnicas / emisiones
•Restricciones y prohibiciones
•Leyes de propiedad y derechos de acceso.
Herramientas económicas y de mercado: Estas herramientas tienen como objetivo corregir las fallas del mercado al factorizar los costos ambientales y sociales en la fijación de precios de bienes y servicios e incentivar / recompensar a las empresas ecológicas y las prácticas sostenibles.
Herramientas de información: Estos instrumentos proporcionan conocimiento sobre el desempeño ambiental de productos, servicios o sistemas.
Herramientas que promueven la acción voluntaria: Los acuerdos voluntarios implican que las empresas asumen compromisos que van más allá de los requisitos legales. Los acuerdos voluntarios pueden ser:
•Acuerdos sectoriales voluntarios
•Acuerdos negociados (con la participación de instituciones públicas)
•Acuerdos voluntarios unitarios”… [11]
En conclusión, el planeta Tierra tiene capacidad para albergar y alimentar a un gran número de personas, de hecho muchas más de las que somos actualmente. También nos demostró que funciona mejor si optamos por reducir nuestra movilidad y traslados, en muchos casos poco optimizados y hasta innecesarios. Limitar nuestro consumo y hacerlo razonablemente, equilibrar lo que tomamos y lo que devolvemos en nuestra rutina diaria de trabajo, estudio y consumo. El cambio es necesario y aún no es tarde. Este debe ser el inicio de un nuevo mundo, un mundo distinto, un mundo mejor para todos.
Bibliografía
[1] WHO Director-General's opening 7remarks at the media briefing on COVID-19-11 March 2020. Organización Mundial de la Salud. 11 de marzo de 2020. Consultado el 29 de mayo de 2020.
[2] Houghton, J. T., (Ed.). (1990). Climate Change. The IPCC Scientific Assessment. Cambridge UniversityPress. Reino Unido, Estados Unidos y Australia.
[3] Norman, J., MacLean H. L. y Kennedy C. A., (2006). Comparing High and Low Residential Density: Life-Cycle Analysis of Energy Use and Greenhouse Gas Emissions. Journal of Urban Planning and Development 132, 10-21.
[4] Scheer, R. y Moss, D., (2012). Deforestation and Its Extreme Effect on Global Warming. Scientific American. Consultado el 29 de mayo de 2020.
[5] El Coronavirus expuso el tráfico ilegal de animales salvajes. El Diario. Consultado el 28 de mayo de 2020.
[6] Willett, W., (Eds.). (2019). Food Planet Health. Healthy Diets From Suitable Food Systems. Informe resumido de la Comisión EAT-Lancet. La Comisión completa se puede encontrar en línea en thelancet.com/commissions/EAT.
[7] Janoschka, M.,(2002).El nuevo modelo de ciudad Latinoamericana. EURE. Revista latinoamericana de estudios urbano regionales85, 11-29.
[8] Fischedick, M., (Eds.). (2011). Mitigation Potential and Costs. In IPCC Special Report on Renewable Energy Sources and Climate Change. Cambridge UniversityPress. Reino Unido y Estados Unidos.
[9] Ruddiman, W. F., (2008). Los tres jinetes del cambio climático: Una historia milenaria del hombre y el clima. Turner Noema. España.
[10] Edenhofer, O., (Ed.). (2011). IPCC, 2011: Summary for Policymakers. In: IPCC Special Report on Renewable Energy Sources and Climate Change Mitigation. Reino Unido y Estados Unidos.
[11] Paris Agreement. Francia, 12 de Diciembre de 2015.
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