Educación
Enseñar y aprender en tiempos de aislamiento social nos interpela en nuestro rol docente como pedagogos y pedagogas de lo nuevo. La mediación del conocimiento y el mantenimiento del vínculo con los y las estudiantes en situaciones inéditas ha sido posible por la determinación de colectivos que creen en el valor de la educación.
Publicada el 03 DE AGOSTO 2020
El presente artículo tiene por objetivo compartir los avatares, recursos y estrategias utilizadas para continuar enseñando en tiempos de cuarentena. Decidí narrar en primera persona la experiencia personal que realizo con estudiantes de secundario porque la bibliografía referida a la enseñanza mediada por tecnología es extensa y fecunda, pero no puede dar cuenta de la complejidad que reviste el actual contexto de emergencia sanitaria, simplemente porque estamos ante una situación inédita. Por otro lado, pretendo con la narración autobiográfica visibilizar condiciones de los establecimientos educativos y del trabajo docente en esta etapa
De repente todo cambió. De un día para el otro, docentes presenciales tuvimos que volvernos docentes virtuales. La incertidumbre y la ansiedad tomaron un rol protagónico.
Antes de que todo cambiara quienes nos apasionábamos por el uso de las tecnologías, hacíamos tímidos intentos intentando incorporar un blended learning o modelo semipresencial muy limitado por la falta de recursos tecnológicos en las instituciones, tanto de equipos como de conectividad. A eso se sumaba, aunque pocas veces, la resistencia natural de los y las estudiantes al cambio, ya que el uso de las TIC implica el esfuerzo de tener que aprender de un modo diferente. Hay que reconocer que el vínculo con la tecnología suele no ser fácil. En tiempos de fast food, ella es casi una tirana que nos somete a sus propios ritmos. Me refiero a la velocidad de internet que no siempre es la mejor y en especial al aprendizaje que requiere el uso de distintas y variadas aplicaciones. Si sabemos preguntar bien nuestra duda al buscador de internet, podremos encontrar un tutorial elaborado por alguien a quien -si logramos aprender- agradeceremos infinitamente.
Lo cierto es que aquí estamos, y tenemos que - nos guste o no la tecnología- seguir enseñando…”con lo que hay”. “Lo que hay” apenas comenzamos a transitar la cuarentena es lo que describo en los párrafos siguientes.
Pero, antes de continuar, es preciso formular ciertos interrogantes: qué estamos haciendo o deberíamos hacer, qué es lo digital y lo virtual, la educación a distancia o el e-learning. A continuación intento aclarar los términos a partir de la síntesis presentada en una publicación de Educ.ar[1]
Lo digital hace referencia al sistema que permite traducir todo a números formados por dos cifras y posibilita nuevas formas de transmisión y almacenamiento de información. Esto ya existía antes de que apareciera internet. Los y las que no nacimos en la era de internet, ya usábamos computadoras para la realización de distintos trabajos, procesador de textos, power point, en los que la información es almacenada de este modo.
La educación a distancia surgió a principios del siglo pasado con la intención de capacitar en oficios a personas que vivían lejos de los centros de enseñanza. En 1972 se inició la educación a distancia para el nivel universitario. Fue precursora la UNED de España. Para comunicarse usaban la correspondencia, la radio y la televisión.
El e-learning o educación en línea comenzó a desarrollarse en los años 90 con propuestas de educación mediadas por tecnologías digitales. En este contexto la educación a distancia migró hacia el e-learning. Con dos tradiciones bien diferenciadas: la norteamericana focalizada en la formación individual y el autoaprendizaje y la europea focalizada en el aprendizaje colaborativo y el uso de herramientas digitales
Lo virtual es un concepto que significa intangible, desterritoralizado, sin lugar ni tiempo. Es una opción pedagógica diferente a la presencial que implica cambios significativos en el diseño de las propuestas de enseñanza aprendizaje.
Hasta ahora queda claro que nos hemos visto obligados por la fuerza de las circunstancias a migrar de la presencialidad a la virtualidad. La virtualidad se caracteriza por desarrollarse en un ambiente digital y en un proceso asincrónico, hay que destacar que requiere un importante grado de autonomía y responsabilidad de los y las estudiantes, condición que es imprescindible tener en cuenta al realizar una propuesta didáctica, ya que su mayor o menor desarrollo va a requerir de mucha creatividad y disposición del o la docente para acompañar a los y las destinatarias/os de sus propuestas.
Es indudable que el éxodo masivo y la pérdida de nuestro territorio presencial nos ha obligado a realizar intentos pedagógicos con los recursos que teníamos a mano para empezar a conquistar el territorio de la virtualidad. Tarea inquietante dado que en el contexto actual requiere aprender rápido para poder diseñar estrategias lo más adecuadas posibles y que se complejiza por la situación de emergencia sanitaria. Contexto que nos lleva a cuestionar términos y proponer otros nuevos capaces de dar un nombre adecuado a la realidad educativa que estamos transitando.
El desafío de armar un entorno virtual
Al desafío personal de seguir enseñando en esta realidad se sumaron las numerosas e interminables decisiones de las autoridades escolares para poder organizar este “caos colectivo”. En algunas instituciones se optó por usar la plataforma MOODLE, que ya existía pero nadie o casi nadie usaba. Se incorporaron estudiantes y profesores. La coordinadora subiría el material pero después también el cuerpo docente. Espacio en el que los estudiantes subirían las “tareas” y corregiríamos alegremente. La realidad se nos vino encima cuando en una población de 180 estudiantes de 1° año de la secundaria sólo dos o tres habrían podido subir las tareas. En otras instituciones, fueron las preceptoras las encargadas de enviar y recibir tareas por Whatsapp así como atender dudas de los pocos alumnos que respondían. Luego ellas debían preguntar a los profesores y así sucesivamente. Fue la historia del teléfono descompuesto.
Algunas escuelas organizaron carpetas usando Google Drive[2] por materia con los nombres de todos y todas los alumnos. Otra vez las preceptoras subían las tareas que recibían de los estudiantes. Pero las respuestas continuaban siendo pocas. Imposible enseñar en estas condiciones. ¿Qué estaba faltando?, además de recursos tecnológicos, el encuentro con los y las estudiantes, el vínculo, la palabra y la presencia, aun a la distancia.
Así fue como decidí, empoderarme como docente y conseguir los números de celular de los y las estudiantes o solicitar a las preceptoras que me incorporaran a los grupos de los chicos —previa aceptación de ellos y ellas—(aprovecho para destacar la importancia del, demasiadas veces cuestionado, rol de los y las preceptoras). Me emponderé pero eso sí —con ironía—, además de todo el trabajo que implica la opción virtual no debo olvidar hacer informes y seguir mandando tareas a la preceptora o coordinadora para que mi “asistencia” quede demostrada.
Comenzando a diseñar mi aula virtual
Un aula virtual es “un espacio o entorno creado virtualmente con la intencionalidad de que un estudiante obtenga experiencias de aprendizaje a través de recursos/materiales formativos bajo la supervisión e interacción con un profesor” (Area Moreira y Adell Segura, 2009, pag, 8)
Con los grupos de estudiantes con los que trabajo, ese espacio virtual debió adecuarse a los recursos que estaban al alcance de ellos. En cursos con alumnos mayores y habituados al uso de la tecnología fue más fácil generar un entorno virtual utilizando el aula virtual Classroom. En mi caso había organizado el aula a principio de año para realizar blended learning. En la etapa de diagnóstico observé que los alumnos estaban dispuestos a transitar entre lo virtual y lo presencial. Así es que la llegada de la cuarentena nos encontró preparados.
En escuelas con poblaciones de condiciones sociales muy deprimidas la situación es más difícil. No sólo no tienen, una PC o notebook, tampoco celulares. A veces, usan el celular de un familiar o bien tienen el celular de la madre para todos los integrantes de la familia. Por lo cual, es más complejo no sólo la comunicación sino el diseño de las propuestas que se tienen que adaptar a los limitados recursos tecnológicos. En este caso la plataforma Moodle no dio resultado y en este sentido coincido con especialistas de Pent Flacso cuando afirman que la mejor plataforma es la que funciona. Para ser más clara la que nos funciona con un grupo de estudiantes concretos
Durante el diagnóstico también observé que todos usaban la misma red social: Whatsapp, algunos Facebook, unos pocos Instagram y casi ninguno Tik Tok. Y como todos y todas usaban esa red decidí armar mi entorno usando Whatsapp y realizar “celuclases”.
Pensar la celuclase
Conozco las características del e-learning, pero me di cuenta de que no podría aplicarlas de inmediato. La empatía con los, las estudiantes y ahora también con las familias me llevó a reconsiderar que deberían estar tan perplejos como yo. Y que la marea inicial y casi frenética de tareas que se les envió al principio de la cuarentena a requerimiento de las autoridades escolares no hizo más que sumar ansiedad al momento de la pandemia. No estábamos ayudando en nada, no estábamos enseñando nada. Esto no tenía nada que ver con el e-learning. Entonces el tránsito hacia la virtualidad debería ser paulatino.
Una vez que tuve armados mis grupos de Whatsapp avisé a las preceptoras y autoridades escolares que me contactaría con los y las estudiantes en su horario de clase. Esto ya lo habían organizado las preceptoras en otra escuela, quienes tenían un grupo y nos permitían entrar a los profesores en determinados momentos.
Insistí en mantener el horario de clase presencial para ayudar a los alumnos a organizarse y orientarse en esta nueva realidad virtual. Es claro que este nuevo escenario requiere del entrenamiento de habilidades que nuestros estudiantes no tenían por qué tener.
Una vez desarrollada la propuesta pedagógica —que fue necesario rearmar y que merece un detallado tratamiento en otro escrito— incursioné en el “aula virtual”.
Los materiales preparados fueron: la propuesta pedagógica en PDF y en Word —hay estudiantes que no saben o no pueden descargar la aplicación o bien no tienen espacio en la memoria de los celulares. Dos videos uno explicando el tema de la clase subido al canal de YouTube y otro explicando paso a paso la tarea a realizar, es decir, lo que tenían que hacer —casi como si estuviera sentada al lado de ellas y ellos— y les mostrara no sólo el contenido sino la forma de “leer” el texto identificando sus partes y anticipando lo que iban a encontrar con la intención de prepararlos para ir adquiriendo cierta autonomía.
La intención de esos videos fue lograr cercanía hacia grupos que se iban diluyendo en la lejanía física. Grabé el primer video usando un pizarrón, emulando la clase presencial. El segundo video fue una captura de pantalla. Quiero destacar que les pregunté si les servía y se mostraron muy conformes, ¡en especial una madre que me puso un diez!. La evidencia fue importante: logramos comunicarnos – y mi alegría aún mayor- .
Paso a detallar la organización de la celuclase. El día anterior les envío al grupo un alerta recordando la cita al día siguiente en nuestro horario. El día de la clase, les vuelvo a recordar unos minutos antes para que se vayan preparando. Cuando ha llegado el horario los saludo con un gif y luego me grabo con el celular anunciándoles lo que verán y cuál será la dinámica o metodología a seguir. Tomo asistencia, otra vez una excusa para lograr cercanía con lo presencial (es sabido que no se computa inasistencia). Noto que se esfuerzan por estar. Subo el primer video y lo tienen que ver. Les pido que me manden audios diciendo cuál es el tema de la celuclase. Y me reenvían sus audios. Estamos cerca.
Luego les envío el documento de la clase. La propuesta consiste en un hacer para aprender. Las consignas tienen que ser claras y pregunto qué han entendido para asegurar la comprensión. Algunos y algunas se incorporan más tarde. Los recibo con un “bienvenida/o”, me contestan y descubro su alegría al encontrarnos. Antes del fin de la clase colocó un cartel: Dudas y Consultas: es el momento de preguntar. Cuando el horario concluye me despido con otro gif. El gif es un avatar animado de mí misma – siempre el mismo. Recuerdo que quienes no se han incorporado podrán repasar toda la clase desde el principio ya que queda grabada y les pido que avisen a sus compañeros. Recibo consultas de 16 a 18, anoto en el chat. Me preguntan a dónde enviar los trabajos, ¿por Whatsapp, por correo?. Les doy un enlace a un formulario de Drive. Empiezan las excusas y me doy cuenta de que no se animan. Me grabo en un video de Whatsapp para que me vean y les digo que la cuarentena es una gran oportunidad para aprender otras cosas – me acerco con mi imagen, sé que necesitan verme. Más tarde empiezan a llegar los mensajes diciendo: “¡lo puede hacer profe!”.
También intento la realización de trabajo colaborativo realiza promoviendo la comunicación entre ellos y ellas para la presentación del trabajo. Lo hacen por Whatsapp ya que no acceden – por el momento a otras plataformas. Es posible, además, aprovechar la presencia de la familia e incluirlos en algunas actividades
Cuando los y las estudiantes son pocos realizo una llamada grupal —siempre en el horario de clases que teníamos en forma presencial— Pueden participar sólo cuatro por el momento. Pero Facebook ha avisado que próximamente podrán incluirse muchos más, así es que estoy a la espera. La video llamada nos permitió acercarnos aún más. Después comentaban entre ellas la experiencia y las emociones —por el momento sólo se animaron las chicas— Para mí, como docente, fue grato verlas en sus casas, acompañadas y sonriendo. Qué paradójico nunca antes había “visitado” sus hogares.
Con los y las estudiantes que tienen más acceso a la tecnología el uso de Whatsapp se convierte en un lugar donde tomar base y de allí relanzarnos a la plataforma virtual Classroom. En este espacio hay lugar para el trabajo colaborativo y el desarrollo de propuestas más complejas. Han elaborado textos usando Google Docs en forma colaborativa. Han participado de video quiz[3] autocalificables. Ha sido un desafío para ellos, para ellas y para mí usar la aplicación para organizarlos en grupos de estudiantes a fin de hacer distintas actividades y luego compartirlas en un mural digital.
La comunicación es fundamental en estos momentos. Tengo que ser muy cuidadosa: el tono, la actitud, el entusiasmo se notan en cada audio o video y eso es lo que ellos y ellas tienen de mí por ahora.
Webgrafía
AREA, M. y ADELL, J. (2009): ―eLearning: Enseñar y aprender en espacios virtuales. En J. De Pablos (Coord): Tecnología Educativa. La formación del profesorado en la era de Internet. Aljibe, Málaga, pags. 391-424. https://tecedu.webs.ull.es/textos/eLearning.pdf fecha de consulta: 19 de abril 2020.
Educ. ar. De qué hablamos cuando hablamos de educación virtual. Ministerio de Educacion https://www.educ.ar/noticias/200380/de-queacute-hablamos-cuando-hablamos-de-educacioacuten-virtualnbsp fecha de consulta 15 de abril 2020.
[1] Educ.ar es el portal educativo del Ministerio de Educación de la Nación. Es un sitio que aporta contenidos relacionados con las diversas áreas del conocimiento, con el propósito de promover la enseñanza y el aprendizaje de calidad.
[2] Almacenamiento en la nube que provee Google a quienes tienen cuenta de gmail
[3] Video quiz: es un video al que el o la docente le han insertado preguntas que los destinatarios deben responder para avanzar en el visionado del mismo. Su objetivo es facilitar y acompañar la comprensión del tema expuesto en el video. Las respuestas pueden quedar registradas en la plataforma utilizada. Educaplay y Edpuzzle son algunas de esas plataformas.
Link permanente:
http://www.politicaspublicas.uncu.edu.ar/articulos/index/reflexiones-y-avatares-para-una-migracion-virtual-repentina-
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