Ambiente y ordenamiento territorial
Nuestra propuesta consiste en realizar aportes acerca de los cuadros de vida de la aglomeración mendocina y su relación con las actitudes y comportamientos referidos al uso y consumo de energía, teniendo en cuenta el modelo de la ciudad durable, así como también la relación del hombre con el medio y su responsabilidad ecológica.
Publicada el 02 DE SEPTIEMBRE 2021
Introducción
Este artículo se basa en investigaciones realizadas en el marco del Proyecto denominado Cuadros de vida y recursos limitados en el uso de la energía. El mismo se llevó a cabo en el periodo 2005-2007 y fue dirigido por la Dra. Mónica Cortellezzi. Fue avalado y subsidiado por la Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado de la Universidad Nacional de Cuyo. (06/G334). Con respecto a la calidad de la distribución de la energía en Mendoza, se utilizaron datos suministrados por el EPRE para el periodo 2018-2019.
Al evocar el cuadro de vida, se piensa en el paisaje que nos rodea. Esta noción nos conduce a considerar diferentes dimensiones, tales como: la medioambiental, la dimensión social y personal, además, la expresión de los individuos, su satisfacción según la capacidad del medio ambiente para responder al deseo de confort.
Desde hace una decena de años y a ejemplo de las declaraciones y tratados en respuesta a la anunciada crisis energética, nuevos modelos teóricos, tales como el desarrollo durable y el ecourbanismo, ponen el acento sobre las condiciones ecológicas del cuadro de vida.
En este sentido, retomamos al geógrafo, Paul Claval, quien piensa que el rol de las ciudades es responder a las aspiraciones de los ciudadanos asegurándoles el acceso a los bienes y a los servicios y a un cuadro natural de mejor calidad. El medio en el cual la vida cotidiana se desenvuelve es valorizado y está colocado en el centro de interés de las políticas de planificación urbana: “la calidad de vida pasa por un diálogo reanudado con la naturaleza, porque es la naturaleza quien da un sentido al primer grado de los ordenamientos urbanos” (Claval, 1994). Añade este autor que: “la calidad de vida pasa por el redescubrimiento de un sentido que se ha perdido del vivir en común”.
El cuadro de vida tiene, por lo tanto, un lugar de importancia primordial en toda aproximación urbanística orientada hacia las demandas de la población para un medioambiente de calidad.
La ciudad es una construcción humana, por lo tanto, es un medio artificial. Modifica el medio ambiente natural, consume espacio y hace retroceder al ecosistema natural. Sin embargo, le requiere a éste alimentos, energía, agua, etc. A su vez le devuelve desechos sólidos, aguas servidas y elementos contaminantes. Mientras más avanza la ciudad, más artificializado es el medio y más dañado es el ecosistema. El medio ambiente urbano genera vulnerabilidades, tales como riesgo de inundaciones, riesgo sísmico, escasez de agua, aumento de contaminación y riesgo para la salud de los habitantes. Ante estas realidades, se hace necesario repensar la ciudad con el fin de lograr un medio ambiente urbano vivible para todos. Así surgió el concepto de ciudad durable o sostenible, el cual se apoya en tres pilares:
- La equidad social
- La calidad medioambiental
- Un desarrollo económico que respete los criterios del desarrollo sostenible
¿Cómo alcanzarla? La ciudad durable es un proyecto a realizar en un proceso colectivo, que reúne a los actores locales alrededor de un propósito urbano común. Tiende a construir una ciudad para el bien vivir, que asegure la calidad del cuadro de vida, con disposición de espacios verdes, baja contaminación, pero que también tenga en cuenta la relación con el espacio urbano, con el patrimonio y la cultura De ahí la importancia de la duración, porque se trata de un proceso diacrónico, que considera la historia de las organizaciones urbanas, de modo de garantizar las condiciones sociales, económicas y medioambientales presentes y futuras. En fin, se busca lograr que las ciudades no sean una amenaza para el medioambiente físico y biológico y, a su vez, que se elimine la pobreza y las desigualdades socioespaciales.
La Ciudad de Mendoza ha crecido hasta transformarse en la aglomeración actual, consumiendo recursos energéticos provenientes del medioambiente próximo y también de otros más lejanos. Como ecosistema imperfecto consume muchos recursos y desecha al exterior muchos residuos y elementos contaminantes perjudiciales. La construcción de esta ciudad es el resultado de la acción de los grupos humanos atendiendo a sus aspiraciones relativas a asegurarse el acceso a bienes y servicios y a un cuadro natural de mejor calidad.
Figura 1. El proceso de evolución del área metropolitana de Mendoza en los últimos treinta años
Fuente: Elaboración propia en base al Atlas del sistema urbano de Mendoza (2021)
Por otra parte, en lo que respecta a la sociedad, existe una confianza irracional e ilimitada en la bondad de las demandas, por lo que se produce un mayor nivel de consumo, una mayor demanda de recursos naturales, que lleva a situaciones críticas. En el presente se trata de elaborar un nuevo modelo de relación del hombre con el medio, que pasa por controlar el comportamiento humano y que está orientado hacia patrones de mayor responsabilidad ambiental y ecológica. Hasta ahora el modelo de consumo ilimitado es triplemente insostenible: “no durable ecológicamente, injustificable moralmente (porque aumenta las desigualdades), e insoportable estéticamente (por el estrago de los paisajes)” (Berque, 2007). No es solamente como seres vivientes que tenemos necesidad de una cierta calidad medioambiental, sino también como seres sociales.
Ello nos lleva a apoyarnos en enfoques como el desarrollo urbano durable y la nueva ecología urbana. El primero nos brinda herramientas que permiten considerar que, si bien la ciudad no es durable, puede contribuir a la durabilidad en tanto se logre un ordenamiento que tenga en cuenta los impactos del crecimiento urbano sobre el medioambiente y la calidad de vida de los habitantes, tanto a corto como a largo plazo. El segundo da cuenta de la ciudad como sistema complejo que transfiere a las áreas próximas sus propios problemas.
De este modo, determinamos las necesidades de energía en el marco de los cuadros de vida urbanos y rurales del área metropolitana de Mendoza. Ello nos permitió relacionar las condiciones de los diferentes cuadros de vida con los hábitos de uso de la energía, detectar las actitudes y comportamientos de los habitantes, vinculadas con la preservación del medioambiente. Finalmente sugerimos alternativas de acción conducentes a optimizar una ciudad más durable. Desde el punto de vista metodológico, se recurrió al análisis de diferentes fuentes secundarias. Se trabajó también con entrevistas y encuestas.
Desarrollo
A nivel de la aglomeración mendocina, observamos en primer lugar, que un nuevo régimen de urbanización se define por los procesos complejos y frecuentemente sincrónicos de extensión del cuadro edificado. Ello se traduce por la formación de una nebulosa de centralidades secundarias y de espacios urbanos fragmentados sin verdadero límite y donde la coherencia es mantenida al precio de una intensificación de las movilidades.
En la medida en que se extendió el Gran Mendoza, se produjo una modificación de los cuadros de vida. Por tanto, aparece una dispersión progresiva del hábitat y de las infraestructuras en zonas cada vez más alejadas de la ciudad-centro de la aglomeración. En consecuencia, hay zonas de residencia, empleo y esparcimiento que están cada vez más apartadas.
En el largo proceso de humanización de los medios naturales mendocinos, las condiciones técnicas, económicas y políticas son las que han creado los recursos naturales. El aprovechamiento de los recursos cercanos nos permite evaluar cómo la acción humana ha afectado a los medios naturales. Se buscó dominar la naturaleza, ya sea utilizando sus potencialidades o adaptándose a sus imperativos. El peso sobre los recursos por crecimiento urbano y la pérdida de conciencia ecológica, trajo aparejada la degradación ambiental y el despilfarro. Durante más de 300 años la energía usada en la ciudad fue proporcionada por la biomasa[1]. Mientras la urbe crecía, la posibilidad de recuperación de aquélla disminuía hasta agotarse. A modo de ejemplo señalaremos que, en 35 años, en un período que va de 1901 a 1935, se extrajeron 992.748 toneladas de productos forestales mediante el desmonte de 198.550 hectáreas de monte nativo (Abraham y Prieto, 1994).
Hacia 1870 el alumbrado público urbano se hacía con faroles y velas de cebo. A partir de 1880, la iluminación se realiza con usinas de vapor. Al iniciarse el siglo XX se constituyó la empresa Luz y Fuerza S.A., que puso en marcha obras hidroeléctricas sobre aguas del río Mendoza. En 1926 se inauguró en Cacheuta una de las más importantes centrales de generación hidroeléctrica de la época, posibilitando la mejora del abastecimiento eléctrico de la capital y los departamentos vecinos. En 1950 se inicia la instalación de centrales térmicas alimentadas por carbón de coque. Este proceso condujo a la urbanización extensiva actual con el consiguiente impacto medioambiental del metabolismo urbano, que influye en la calidad del cuadro de vida de los ciudadanos. (Figura 2)
Figura 2. Humanización del medio, hábitat y fuentes de energía.
Fuente: Elaboración propia
Al abordar esta temática, tenemos en cuenta las representaciones de los habitantes respecto del uso eficiente de la energía en su vida cotidiana. La vivienda debe responder a las necesidades psicológicas y fisiológicas de los habitantes, así como también asegurar, entre otras cosas, aislamiento térmico y hermeticidad. En definitiva, brindar abrigo y protección. Por ello es necesario tener en cuenta las condiciones climáticas del ambiente urbano donde se asienta la vivienda. En el caso de la provincia de Mendoza, el clima es templado árido, con temperatura promedio de 30,5ºC en verano y con 1,8ºC en invierno. El verano es cálido y el invierno frío.
Según estudios realizados por investigadores de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mendoza y de la Facultad de Ingeniería de la UNCUYO, se ha determinado cuál es la orientación óptima de la vivienda, que permite utilizar mejor la energía solar, y cuál es la más desfavorable, que obliga aumentar el consumo de energía ya sea para iluminación como para calefacción o enfriamiento. Así se ha verificado que la mejor orientación es la noreste, puesto que permite buena iluminación todo el año y, a su vez, como en verano la inclinación solar es menor, no calienta tanto los ambientes.
Por el contrario, las orientaciones sur y suroeste son las más desfavorables, puesto que en el invierno no permiten la entrada de calor y en verano sí lo hacen y es necesario recurrir a ventiladores o a acondicionadores de aire para mitigar la temperatura de los ambientes. Cabe destacar que la presencia del árbol ayuda a suavizar estos efectos, brindando sombra y frescura.
La representación de los habitantes, respecto del uso racional o eficiente de la energía en su vida cotidiana, se obtuvo mediante encuestas en diferentes barrios de la aglomeración mendocina. De esta manera se pudo establecer cuál es la representación que tienen respecto al derroche de energía. Los resultados de las respuestas dadas permitieron separar dos ámbitos:
-La percepción en la vivienda del encuestado
-La que tienen cuando se trata de lugares públicos, instituciones y comercios.
En el primer caso – la vivienda - la mayor parte considera que no hay derroche. En cambio, en el segundo caso, manifiestan que hay derroche de energía porque se dejan luces encendidas todo el día. En las oficinas públicas “no hay conciencia de uso racional de la energía”. En cuanto a las condiciones de confort de las viviendas, los ciudadanos estiman que los ambientes son más adecuados en invierno que en verano. La actividad del ciudadano tiene pocas conexiones con el ritmo de las estaciones. Su casa está concebida para defenderlo de las variaciones térmicas. La inercia térmica de la construcción permite aprovechar los ciclos térmicos diurnos. Cuando hay sol, las paredes vidriadas producen un efecto de invernadero que eleva notablemente la temperatura: se tiene entonces interés en lograr las aberturas más amplias posibles. A su vez, es necesario obturarlas cuando el sol se esconde, para disminuir el desperdicio por irradiación.
Respecto de las condiciones de iluminación, éstas son consideradas mayoritariamente adecuadas, es decir que el hábitat, responde a los requisitos apropiados en cuanto a las aberturas y la orientación de éstas.
La calidad de los equipamientos interiores dice del grado de las obligaciones de la vida doméstica y el alojamiento representa una dimensión característica de la calidad del cuadro de vida cotidiano, que cada ciudad puede ofrecer. En suma, el alojamiento debe responder a las necesidades psicológicas y fisiológicas de los individuos y asegurar un cierto número de garantías relativas a la higiene, seguridad, estabilidad, aislamiento térmico y hermeticidad.
En cuanto al equipamiento de las viviendas, cabe destacar que las condiciones de confort se relacionan con el uso de electrodomésticos, representados por ventiladores, estufas en su mayor parte y escasamente calefacción central y aire acondicionado.
Los comportamientos en el uso de la energía muestran que los habitantes se manifiestan como ahorrativos de energía y lo expresan diciendo: “no hay derroche de energía”. Además del hábitat y los ordenamientos urbanos, los servicios son otro aspecto determinante de las disparidades de los cuadros de vida de las ciudades.
En el caso del Gran Mendoza, el consumo anual de energía eléctrica es aproximadamente de 2.900.000.000 MW/h de los cuales el uso residencial gasta 579.000.000 MWh (2007-2010). Sin embargo, esta cifra no refleja las diferencias socioeconómicas de la población consumidora de energía. Según un muestreo realizado por EDEMSA y corroborado por nuestras encuestas se observa un incremento del consumo en los estratos sociales medio y bajos. Entre las causas, podemos mencionar la generalización del uso de los electrodomésticos, que se han vuelto accesibles a la compra por parte de la población.
Con la elevación del nivel de vida de las poblaciones, la demanda de servicios de proximidad se ha transformado, diversificado y acrecentado. La inadecuación entre la calidad y la cantidad de los servicios, y la localización del hábitat, es uno de los grandes reproches dirigidos a las expansiones urbanas actuales.
El análisis de datos para el período 2018-2019 referidos a la calidad en la distribución de la energía también hizo posible arribar a algunas conclusiones importantes para tener presente. Los documentos ofrecidos por EPRE (Ente Provincial Regulador de Energía) en cuanto a las empresas distribuidoras de la energía eléctrica en Mendoza, tales como Cooperativa Eléctrica Godoy Cruz, Edemsa y Edestesa nos han permitido observar el comportamiento de la calidad del suministro según las áreas de la provincia que son servidas por estas empresas.
Se advierte la existencia de una calidad más satisfactoria en el este mendocino, específicamente en los centros urbanos de Junín, Rivadavia y San Martín, y la Ciudad de Mendoza. Mas deficiente en General Alvear, Malargüe, San Carlos-Eugenio Bustos y en San Rafael, en tanto que en una franja intermedia se encuentra el resto de las unidades urbanas de la provincia de Mendoza.
Entendemos que, según declaraciones efectuadas por personal especializado en este tema, los usuarios del servicio eléctrico, tanto a nivel provincial como nacional, todavía poseen mala calidad del mismo en lo que va del siglo XXI. Si bien la calidad está evolucionando en forma solvente, no es todavía buena o aceptable.
En tanto ciudadanos y consumidores, y repensando una ciudad más durable, estamos en condiciones de trabajar para que nuestra organización energética respete algunos criterios, tales como:
Conclusión
El cuadro de vida urbano mendocino refleja también las diferencias en la calidad del hábitat y de los servicios que cada área recibe. Sin dudas, una de las claves que provoca un mayor desequilibrio ambiental y social, reside en los diferentes patrones de acceso al servicio y consumo energético.
El comportamiento del habitante mendocino, en relación con el consumo de energía manifiesta una conciencia de ahorro, ya que el promedio de consumo por habitante está por debajo de la media nacional. Entre las causas que influyen en éste se pueden mencionar: las condiciones climáticas, las tarifas, el poder adquisitivo, entre otras. Utilizar racionalmente la energía significa evitar su derroche. Se trata de aplicar tecnologías o de adoptar medidas que minimicen el costo en el uso del recurso. Por eso es en el contexto del uso residencial donde existen más posibilidades de aplicar las recomendaciones para utilizar la electricidad con más racionalidad.
Finalmente, entendemos que no se trata de limitar el consumo de energía, sino que la energía provista esté adaptada a las formas de la vida urbana y periurbana y a los cambios tecnológicos. Las colectividades locales poseen ahora equipamientos que permiten un consumo energético menos costoso, más eficaz, menos contaminante, lo que permite nuevas concepciones del uso de la energía en los cuadros de vida urbanos y rurales.
Ante los problemas urbanos, las virtudes de la ciudad durable para hallar soluciones, es que constituyen el espacio donde la participación, la deliberación y el acuerdo es más fácil que se produzca.
Bibliografía
[1] La biomasa es la utilización de los recursos vegetales y animales del medio ambiente para producir calor, cocinar alimentos y generar electricidad. A este respecto los grupos humanos usan la madera o leña, el carbón de leña, los residuos agrícolas y las deyecciones animales. (Cortellezzi, M. y Karake, N. (2012) "Atlas de la energía de Mendoza". Mendoza, Usillal Ediciones. pp.32-33)
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