Educación
Con la presente investigación se pretendió describir las estrategias de evaluación formativa aplicadas en el Taller de Reflexión Docente, el cual constituye el primer tramo de la asignatura Práctica, Residencia y Taller de Reflexión Docente. Además, se busca interpretar las concepciones prácticas y teóricas sobre evaluación, que subyacen en los actores involucrados, tanto en su proceso de autoevaluación como de heteroevaluación.
Publicada el 15 DE NOVIEMBRE 2011
El presente artículo da cuenta de la investigación realizada en el marco del Programa de Becas de la Secretaría de investigación de la Facultad de Educación Elemental y Especial. Se parte de entender a la evaluación desde los nuevos enfoques didácticos como una estimación del proceso educativo para la toma de decisiones, en sus diferentes formas: autoevaluación como proceso reflexivo sobre la propia práctica y la heteroevaluación que es aquella realizada por una persona de mayor jerarquía dentro de la relación.
El objeto de estudio del mismo se focalizó en la evaluación formativa procesual que se implementa en el Taller de Reflexión Docente, actividad curricular ubicada en cuarto año del Profesorado de Grado Universitario en EGB. El trabajo se articula con el proyecto denominado La evaluación de la práctica y residencia pedagógica. Un estudio cualitativo de los procesos de reflexión y autoevaluación que realizan los practicantes, dirigido por la Mgter. Elsa Beatriz Cabrini.
Desde este recorte de la problemática referida a la evaluación, surgieron varios interrogantes que orientaron e incentivaron el proceso de investigación: Cómo se implementa la evaluación en el Taller de Reflexión Docente, teniendo en cuenta la modalidad de aula-taller, en donde los alumnos realizan procesos de reflexión sobre sus propias prácticas y sobre escenarios de prácticas simulados para reflexionar y construir criterios de acción y de propuestas pedagógicas; cuáles son las estrategias metodológicas aplicadas por los docentes y alumnos para la evaluación formativa tanto en procesos de autoevaluación como de heteroevaluación; cuáles son los criterios que alumnos y docentes acuerdan para implementar y formalizar procesos de evaluación formativa; cuál es la modalidad de evaluación más adecuada para implementar en un aula-taller; cuál es la participación de los alumnos en el proceso de evaluación formativa.
Para responder a estos interrogantes, se seleccionó un camino a recorrer a través de una metodología adecuada para lograr los siguientes objetivos: describir las estrategias de evaluación formativa aplicadas por docentes y alumnos del Taller de Reflexión Docente del Profesorado de grado Universitario en EGB. Y, por otro lado, se buscó interpretar las concepciones que subyacen en los actores involucrados en el Taller sobre evaluación formativa, tanto en su proceso de autoevaluación como de heteroevaluación.
La evaluación de los aprendizajes en todos los niveles del sistema educativo es y ha sido de una constante preocupación, tanto en el ámbito académico como en el científico, originando diversas investigaciones, de índole cualitativa como cuantitativas.
La evaluación desde la nueva agenda de la Didáctica
En los debates de la nueva agenda de la Didáctica, la evaluación se identifica con una valoración, tanto cuantitativa como cualitativa. Ha pasado de ser un fin en sí misma a ser un medio para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje que orienta los posibles ajustes en tales procesos. Ya no está referida a un producto final y acabado, sino al proceso que conduce a él. Las técnicas que se utilizan para el seguimiento del proceso ya no son solamente las pruebas puntuales, sino también la observación, junto con el análisis de tareas, la reflexión y otras que lo enriquecen. "Los métodos y técnicas de evaluación mejoran su calidad educativa cuando forman parte de un proceso más amplio y más complejo que, a su vez, ha mejorado. Además serán valiosas aquellas evaluaciones que nos permitan conocer la manera y el grado de apropiación de un conocimiento importante y digno de ser conocido” (Celman, S. 1998:35). Se evalúa el punto de partida, el proceso y el punto de llegada con relación a las expectativas de logro, atendiendo además las características del grupo, las capacidades a desarrollar y el contexto, entre otros aspectos. Desde esta nueva perspectiva, ya no es solamente el maestro el único evaluador, sino que también aparecen nuevos agentes evaluadores, los que deben poner en común sus observaciones en relación con cada elemento a evaluar. En virtud de todo esto "la evaluación se convierte en global, formativa, orientadora y flexible" (Castro, A. 2004: 6).
Se pueden reconocer, desde las nuevas perspectivas didácticas, tres tipos de evaluación con relación al momento y fin que ésta tiene dentro del proceso de enseñanza y aprendizaje: la evaluación diagnóstica, la evaluación formativa y la evaluación sumativa.
La primera tiene como objetivo principal recoger información acerca del estado del alumno, proceso o programa, para saber en qué situación se encuentra, desde dónde se parte. La segunda es una evaluación de proceso, el propósito es acompañar, mediar, formar a la persona de tal manera que promueva la adquisición de nuevos y complejos aprendizajes. Cuando se evalúa desde el punto de vista formativo, siempre se vuelve al punto de partida, a la situación desde donde se originó la evaluación, en un proceso de retroalimentación, dando información a todos los involucrados acerca del estado de las cosas, con el fin de orientar y redireccionar el proceso. "La evaluación formativa conduce de regreso a la situación que la originó, para pensar y repensar sobre ella. Obliga a hacer una regulación de la acción". (Bertoni, A. 1996:109). Y por último la evaluación sumativa que tiene como objetivo conocer si el alumno ha logrado los aprendizajes establecidos. Tiene lugar al finalizar una o más unidades del programa, un curso o una etapa, y permite asignar calificaciones cuantitativas y/o cualitativas.
La evaluación formativa no se contrapone a la evaluación de tipo sumativa, la complementa al igual que a la evaluación diagnóstica; tiene la función de acompañar todo el proceso de enseñanza y aprendizaje, posibilita el análisis de los diversos escenarios que aparecen, desde los cuales se pueden identificar potencialidades de los alumnos, descubrir sus fortalezas y las posibilidades de mejoramiento que tendrán a lo largo del curso. Por otro lado permite a los docentes identificar intereses, necesidades y propuestas de ajuste en el desarrollo mismo del curso, de una unidad de aprendizaje o un eje temático. Desde esta concepción se puede afirmar que la evaluación se orienta al acompañamiento del proceso educativo de los alumnos, al mejoramiento del proceso de aprendizaje y a la revisión de la propia práctica docente.
Con respecto al objeto de estudio emprendido, se hizo necesario incursionar en los fundamentos teóricos de lo que didácticamente sostiene el formato de taller. Los alumnos de cuarto año del Profesorado de Grado Universitario de EGB, en la primera etapa de la asignatura Práctica, Residencia y Taller de Reflexión Docente, participan de lo que se denomina aula-taller.
El alumno, verdadero protagonista del proceso de enseñanza y aprendizaje, ejerce un rol activo frente a la tarea, es individualmente un actor responsable de su propio proceso, pues el profesor se convierte en un mediador, facilitador, organizador y moderador, orientando y sugiriendo estrategias y actividades que posibiliten la construcción de nuevos aprendizajes.
En los procesos evaluativos formativos interviene una serie de aspectos y factores, facilitando u obstaculizando los mismos, pero que es necesario tenerlos en cuenta a la hora de implementar este tipo de evaluación. La historia escolar de cada actor, la formación académica, la normativa institucional, las experiencias previas y las expectativas e intencionalidades, configuran escenarios particulares que inciden en los procesos de evaluación formativa.
Categorías emergentes
Desde los análisis e interpretaciones realizados a los datos empíricos y triangulando las diferentes fuentes de información se han inferido las siguientes categorías:
- Las concepciones prácticas afectivas sobre evaluación
Dentro de las concepciones que poseen los actores que intervienen en todo proceso educativo están aquellas que, construidas sobre la base de experiencias previas, constituyen esquemas prácticos que dominan muchas veces la práctica educativa. Recuperando y analizando las voces, fundamentalmente de los alumnos, emergen experiencias relacionadas con lo afectivo, lo emocional, una matriz de aprendizaje que permanece por lo que significó para una persona un hecho o situación, que algunos casos denominan traumática. Estos sentimientos han ido configurando concepciones negativas con respecto a la evaluación, y que son decisivas a la hora de llevar adelante procesos de reflexión y autoevaluación.
Las trayectorias personales, construidas desde el paso por distintas instituciones y situaciones educativas y siendo evaluadas de diferentes maneras, provocan sensaciones, percepciones y recuerdos, algunos felices y otros no tanto que emergen e inciden en las significaciones actuales.
- Las concepciones teóricas sobre evaluación
Es llamativo que, a pesar de emerger significativamente las experiencias previas sobre evaluación centradas en lo afectivo, aparezcan concepciones teóricas que están presentes en el discurso de los actores. Aparecen como dominantes las declaraciones de los futuros docentes quienes al momento de ser los responsables de los procesos de evaluación, enfatizan la necesidad de una evaluación de proceso a través del seguimiento personalizado de los alumnos. Destacan, a su vez, que esta es una instancia de análisis y de reflexión docente, valorizando la evaluación vinculada a la práctica docente, y que no es una situación desvinculada del proceso de enseñar y aprender. Estas concepciones de evaluación se enmarcan en los planteamientos de la nueva agenda de la Didáctica, superando concepciones tradicionales en donde evaluar es sinónimo de medir.
- La evaluación como instancia de aprendizaje
Hay una demanda de los alumnos practicantes para implementar la evaluación como instancia de atención individual y seguimiento. Por otro lado solicitan que se considere el proceso que transitarán como practicantes para lograr confianza y seguridad en su desempeño. También rescatan la necesidad de ser evaluados desde los procesos de reflexión y participación.
En general los alumnos coinciden en que la reflexión, es decir la autoevaluación, es la forma en que les gustaría ser evaluados, aunque se infiere del análisis de los datos que están pidiendo ser evaluados por una figura de autoridad, reconociendo a la heteroevaluación como la forma más adecuada de evaluación. Se estaría presentando un doble discurso, al reconocer el valor de la evaluación formativa, aunque en la práctica reclaman la evaluación externa.
Es de destacar la opinión de docentes que señalan que "la evaluación durante el aula-taller se implementa de a poco y en acuerdo con los alumnos; éstos no están muy acostumbrados a este tipo de evaluación, de proceso, sino que más bien lo ven como que cada actividad que se propone o cada práctico que se solicita es una instancia distinta al proceso. Cuesta que identifiquen que a medida que realizan las diversas actividades se va desarrollando la evaluación que pretende ir orientando y guiando los procesos que van realizando, tanto grupal como individualmente".
Surgen, además, como palabras o ideas que adquieren un significado particular al referirse a la evaluación el acompañamiento constante, compartir significados, la orientación y la evaluación referida a un criterio de conducta determinado previamente.
- La evaluación como proceso
La evaluación concebida como un proceso complejo, dinámico, controvertido y parte integrante de la enseñanza y el aprendizaje, implica una valoración, un componente ético y tiene como finalidad la formación de las personas y no el señalamiento del error y de las omisiones. Debe ser un proceso participativo, activo y de responsabilidad de todos los actores, docentes y alumnos, escuela y familia.
Como se adelantó en los supuestos las concepciones teóricas y experiencias previas que poseen los distintos actores que participan del Taller de Reflexión Docente, inciden en el proceso de evaluación formativa.
La experiencias previas con respecto a la evaluación, en general constituyen esquemas prácticos matizados con sentimientos de miedo, ansiedad, estrés, tensión, nerviosismo, inseguridad, pero que se contraponen con el discurso del deber ser, pues se identifican con concepciones teóricas más constructivas y formativas de la evaluación. Se destaca el valor de la evaluación como proceso, a través del seguimiento personalizado de los alumnos, siendo una instancia de análisis y de reflexión vinculada directamente a la práctica docente; no es una situación desvinculada del proceso de enseñar y aprender. Estas concepciones se enmarcan en una perspectiva didáctica bajo la cual evaluar no sólo supone medir logros sino, además, valorar los avances que se producen en relación con las metas.
Sugerencias para la definición de Políticas Públicas
El Taller de Reflexión Docente es un espacio curricular que tiene la virtud de conjugar los marcos teóricos que el alumno ha construido a lo largo de su formación, con sus intereses personales y su propia visión de la educación. El presente trabajo de investigación aporta en la comprensión de las representaciones que subyacen en todos los actores involucrados en los procesos de evaluación de las prácticas docentes, especialmente las de los alumnos.
Se considera necesario que converjan las acciones del Estado conjuntamente con las instituciones del nivel superior, para delinear políticas públicas que ofrezcan la capacitación permanente del profesorado. Paralelamente las instituciones formadoras deben acompañar a los docentes noveles que se insertan en instituciones educativas de la Provincia.
Por otro lado, se sugiere a la hora de la toma de decisiones en los ámbitos académicos y de elaboración de políticas públicas, considerar a la evaluación en la formación del profesorado desde sus aspectos formativos y propiciar la reflexión sistemática de los aspectos subjetivos construidos en torno a las prácticas de evaluación, para que la misma sea parte fundamental del proceso de aprendizaje, consensuada, plural y democrática.
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