Página 12 - Martes 9 de octubre de 2012
Los colegas del venezolano saludaron su triunfo, en algunos casos como propio. La mayoría de los gobiernos incluyeron a Chávez dentro de una misma corriente social que predomina en la región. Washington, en tanto, buscó marcar sus “diferencias”.
Si en Venezuela se ganó la simpatía del 54 por ciento, en el resto de Sudamérica Hugo Chávez superó cómodo los dos tercios entre los gobiernos y las fuerzas políticas oficialistas de cada país. No solo Cristina Fernández de Kirchner le dijo que “tu victoria es nuestra victoria”. El consejero internacional de Dilma Rousseff, Marco Aurelio García, declaró ayer que “nunca diremos que Venezuela es un modelo y que Brasil debería seguirlo”, pero afirmó que Chávez, “con su estilo y sus particularidades, implementó un programa de inclusión social y, por lo tanto, buscó un equilibrio, el mismo que busca toda la región, entre democracia política y democracia social”. Eso, según García, “lo aproxima a otras experiencias de América del Sur”.
El impacto en América latina del 54 por ciento de Chávez frente al 46 por ciento de Henrique Capriles muestra, en dosis distintas según el caso, la combinación de empatía, interés nacional, conveniencia mutua y realismo que forman la argamasa de las relaciones internacionales.
El tweet de @cfkargentina decía, además de la victoria compartida, que el triunfo también es “de América del Sur y del Caribe”. Y remataba: “Fuerza Hugo! Fuerza Venezuela! Fuerza Mercosur y Unasur!”.
Al contrario de especulaciones previas, tanto entre oficialistas como entre opositores, la Presidenta no ligó la re-reelección de Chávez a una eventual búsqueda de una re-re suya. Cuando habló en la inauguración de la Cátedra Argentina en la Universidad de Georgetown, el último 26 de septiembre, Cristina dijo que se sentía amiga de Chávez, pero aclaró que “somos distintos”. Parecía hablar de personas, de países y de proyectos. Una lectura razonable de la situación argentina indicaría que recién después de las legislativas de 2013 el oficialismo abriría o no un horizonte de re-reelección. Por el momento no está claro si la instalación del tema responde a una intención real o a otro objetivo: comentar con insistencia la posibilidad de una re-re para galvanizar las fuerzas propias y tornarlas cada vez más cristinistas y, al mismo tiempo, evitar la licuación del poder presidencial a medida que transcurre su segundo mandato.
De excelentes relaciones con Chávez desde el comienzo de la presidencia de Néstor Kirchner, el gobierno argentino mantiene lazos de cooperación energética y agrícola y aumentó el nivel de intercambio comercial. Junto a Brasil, primero Néstor Kirchner y después Cristina acordaron con Uruguay y Paraguay, en 2006, la incorporación de Venezuela como miembro pleno del Mercosur, lo que recién se cumplió el 31 de julio de este año.
Las elecciones venezolanas del domingo partieron políticamente al continente como no ocurrió en ningún otro caso anterior. Las fuerzas de oposición de derecha y centroderecha en la Argentina, Uruguay, Ecuador, Bolivia y Brasil apostaron a Capriles. Lo mismo hicieron los grandes medios de comunicación audiovisuales y escritos en esos países. Y las extrapolaciones se pusieron de moda, a tal punto que la palabra “chavista” pasó de adjetivo útil para describir una situación histórica en un país determinado a insulto o elogio según quien lo dijera.
La actitud en Brasil fue similar a la registrada en la Argentina. Por un lado, el Partido de los Trabajadores, la fuerza hegemónica en la coalición multipartidaria que gobierna desde 2003, apoyó a Chávez con todas sus fuerzas. Siguió una máxima que aplica hace años y reforzó cuando Sebastián Piñera ganó la presidencia de Chile: con sus diferencias, respalda a cualquier fuerza no conservadora en los países de la región. Por otro lado, desde el gobierno y el Estado brasileños la explicación tuvo los matices de Marco Aurélio García.
En un reportaje concedido al portal brasileño Opera Mundi, el consejero internacional de Lula durante ocho años y de Dilma desde el 1º de enero de 2011 hizo algunas precisiones:
“Fue una elección democrática. Eso significa una reafirmación del proceso democrático, con las especificidades de Venezuela, que son distintas de las argentinas, de las brasileñas, de las uruguayas y de otras.”
“Hubo una gran presión internacional para intentar no solo que avanzara la candidatura de Henrique Capriles sino para descalificar el propio proceso democrático. Para la región, eso es importante porque hace pocos meses sufrimos una amenaza de interrupción democrática con el juicio político al presidente paraguayo Fernando Lugo. Lo que tenemos que ofrecer para el mundo es, justamente, la democracia.”
“Creo que hay algunos problemas, como cuando la oposición en algunos países cuestiona la democracia diciendo que no bastan las elecciones.”
“El venezolano Teodoro Petkoff dijo que hay dos izquierdas en el continente. No pienso que sea así. Hay, sí, muchas izquierdas. Incluso dentro de Brasil no hay una sola. Pero todas descubrieron cosas importantes, como la necesidad de marchar en un plano democrático y convertir a la democracia política en un factor social.”
“Venezuela se benefició mucho del petróleo, pero también fue víctima de una ‘maldición’ petrolera, porque en el pasado la renta fue distribuida solo en las capas más altas de la población. Antes Venezuela aplicó una socialdemocracia sui generis, la de la alternancia entre Acción Democrática y Copei, pero eso no impidió el Caracazo, en 1989, que inauguró un período de prácticamente diez años de inestabilidad resueltos recién con la victoria de Chávez en 1998. Chávez comenzó a distribuir parte del excedente en los sectores populares. Para escapar de la ‘maldición’ petrolera es preciso usar las divisas a fin de diversificar la economía.”
“Venezuela es un país con 30 millones de habitantes –un mercado importante–, tiene buenas tierras cultivables y podría desarrollar una gran agricultura. También podría desarrollar un sector industrial ligado al consumo interno. O desarrollar Misión Vivienda, el plan habitacional.”
“El ingreso de Venezuela al Mercosur puede transformarse en foco de atracción de inversiones de países con mayor oferta de capitales, como Brasil, y Venezuela tiene mucho que aportarnos, por ejemplo aluminio, para hablar solo del mercado brasileño. Las perspectivas son mayores si pensamos en el mercado amazónico o en un Mercosur que ahora se extiende del Caribe a la Patagonia.”
El gobierno de los Estados Unidos marcó su postura, distinta, en este concierto de declaraciones posteriores a la nítida victoria de Chávez. El portavoz presidencial Jay Carney dijo que “tenemos nuestras diferencias” con Chávez y felicitó a los venezolanos por el proceso electoral “pacífico”. Ben LaBolt, vocero de la campaña de Obama a la presidencia, dijo que el nivel de aprobación de los Estados Unidos en América latina subió de una media del 58 por ciento en 2008 a un 72 por ciento en 2011 y añadió: “Obama defendió consistentemente nuestros valores en toda la región”. En una escala inferior, el portavoz para América latina del Departamento de Estado (la cancillería norteamericana) también felicitó al pueblo venezolano, pero agregó: “Creemos que las posiciones de los más de seis millones de personas que votaron por la oposición deben ser tenidos en cuenta en el futuro”, dijo William Ostick. Ambas declaraciones pueden leerse como un signo de hostilidad, pero nada impide interpretarlas como un gesto de tolerancia o un indicador de que Venezuela no figura hoy entre los principales problemas para Washington. La interdependencia y la complejidad de las relaciones actuales con los Estados Unidos pueden explicar las aparentes paradojas de la relación de cada gobierno con grandes grupos económicos nacionales y extranjeros. El gobierno de Brasil, por ejemplo, no duda en estimular su alianza con la gran cementera Camargo Correas. El argentino marca distingos: confronta con el Grupo Clarín y con Techint y mantiene lazos armónicos con Roggio, Cargill y Exxon. Chávez, a su turno, no duda en preservar el esquema según el cual las estaciones de servicio de los Estados Unidos cuentan con petróleo venezolano.
En un discurso sobre política exterior pronunciado ayer en el Instituto Militar de Virginia, el candidato republicano Mitt Romney hizo una referencia a la región, mencionando solo a Cuba y Venezuela. La ex secretaria de Estado de Bill Clinton, Madeleine Albright, dijo que hablar de toda una región nombrando a solo dos países “es un insulto”. Albright dijo sobre Romney que “cuando esto se publicita como un gran discurso de política exterior y tiene dos frases sobre América latina y muy poco sobre Africa, China y Rusia, es un ejemplo de un entendimiento incompleto sobre qué es una estrategia de seguridad nacional”.
La expresión más dura partió de una compañera de campaña de Mitt Romney, la presidenta, republicana, de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara baja, Ileana Ros-Lehtinen. Dijo que “Chávez impidió el acceso de observadores internacionales, empleó cambios de último momento en las boletas, controló el sistema judicial, hostigó a la prensa independiente y consolidó su poder para manipular el voto a favor”.
Los cubanos, que tratan el cáncer avanzado de Chávez y reciben la ayuda económica que antes les prestaba la Unión Soviética, se expresaron a través de Raúl Castro. “En nombre del Gobierno y el pueblo de Cuba, te felicito por este histórico triunfo, que demuestra la fortaleza de la Revolución Bolivariana y su incuestionable respaldo popular”, escribió en un mensaje a Chávez.
Rafael Correa, el presidente ecuatoriano que también reivindica, como Chávez, un horizonte socialista, dijo que acompañará su triunfo ganando, a su vez, en las elecciones de Ecuador el año que viene.
Evo Morales, presidente de Bolivia, dijo que “la victoria de Chávez es también la del ALBA y de los países de América latina”. La Alianza Bolivariana para América está integrada por Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Cuba, Ecuador, San Vicente y Antigua y Barbuda.
El domingo, Página/12 publicó una entrevista al vicepresidente boliviano Alvaro García Linera, en la que aclaró que “Bolivia no está amarrada a ningún modelo”.
México informó sobre su “disposición a continuar fortaleciendo las relaciones” entre los dos países.
Costa Rica envió su “cálido saludo” a Chávez.
Ricardo Martinelli, presidente de Panamá, usó el Twitter: “Felicitamos al pueblo venezolano, al presidente Chávez y al candidato Capriles por la excelente jornada democrática. Viva Venezuela”.
El presidente salvadoreño Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, envió un “fraternal saludo” a Chávez.
Daniel Ortega, de Nicaragua, saludó a Chávez, a quien calificó de “amigo”, y se felicitó de que seguirá “al frente de esa gloriosa revolución bolivariana en amor crecido”.
Desde el centroderecha gobernante en Sudamérica no hubo chirridos. Su principal exponente en la región, el colombiano Juan Manuel Santos, llamó a Chávez para felicitarlo. Santos había recibido personalmente a Capriles antes de las elecciones, pero Colombia y Venezuela mejoraron sus relaciones comerciales y políticas desde la mediación de Unasur, a través de su entonces secretario Néstor Kirchner, a quien acompañó el asesor argentino Rafael Follonier, cuando los dos países estuvieron a punto de librar una guerra, en 2010. Chávez incluso cooperó para que fuese posible el comienzo del diálogo entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la guerrilla más antigua del continente.
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