Uno - Lunes 29 de octubre de 2012
En Mendoza 680 escuelas son integradoras. La provincia es modelo en inclusión en primaria, pero tiene una deuda con el nivel secundario. La decisión de integrar a un chico depende de los padres.
En aras de un mundo más inclusivo, los especialistas coinciden en señalar que es mucho lo que las sociedades han avanzado en esta materia. Asegurar que se cumpla con el derecho a la educación de niñas, niños y jóvenes con discapacidades, por el principio de educación inclusiva es una política de Estado que, en Mendoza ha trascendido todos los colores políticos. Desde hace una década, la provincia es un ejemplo a seguir en materia de educación especial.
Puntualmente, la modalidad de escuela integradora ha sumado establecimientos dispuestos a recibir alumnos con diferentes tipos de discapacidades en sus aulas. Hoy, de las 730 escuelas comunes que funcionan en la provincia, 680 viven la experiencia de integrar alumnos con capacidades diferentes, lo que representa el 93% de escuelas integradoras.
Más allá de esta clara intención política trazada por diferentes gobiernos y mantenida en el tiempo, en la Dirección General de Escuelas señalan un inconveniente: “La mayor experiencia la tenemos en el Nivel Primario. La trayectoria de más de una década que tiene Mendoza apuntalando la educación especial ha volcado la política de integración siempre hacia el Nivel Primario, así también lo han sido los recursos financieros y humanos, como el trabajo de los docentes primarios”, señala la subsecretaria de Educación de la Provincia, Mónica Soto.
Los resultados están a la vista: un Nivel Primario que suele cubrir las expectativas de los padres que deciden enviar a sus chicos a escuelas comunes, pero una profunda preocupación por saber qué es lo que sucederá con ellos cuando finalicen sus estudios primarios.
Camino a la integración
Aunque Mendoza cuenta con 52 escuelas de educación especial, siempre existe la posibilidad de que un chico sea integrado a una institución común. De hecho, garantizar la escolarización con igualdad de oportunidades de todos los niños y jóvenes con discapacidades es uno de los objetivos que se ha trazado la DGE. Para que esto suceda, el primer paso lo tiene que dar la familia. Son los padres los que eligen el tipo de educación que le darán a sus chicos, aunque es importante que sepan que no siempre una escuela común representa la mejor alternativa para un chico con capacidades diferentes.
“No todos los chicos pueden ser integrados. Esto es algo que a muchos padres les cuesta comprender, y es entendible porque todos quieren lo mejor para sus hijos. Pero, a veces, lo mejor es la formación en una escuela especial, donde hay docentes preparados para atender de forma personalizada a cada uno de los chicos”, dice Mónica Soto.
Detrás de la decisión debe haber mucha información. Además de la experiencia de los terapeutas que realizan seguimientos a niños con capacidades diferentes, la DGE sugiere el tipo de integración que necesitan.
Esto es gracias a un trabajo interdisciplinario en el que interviene la opinión del Ministerio de Desarrollo Social, la evaluación médica del Ministerio de Salud y la palabra de la DGE. “Por eso, uno de los consejos que les damos a los papás es que confíen en la opinión de los funcionarios públicos. Nos estamos ocupando con seriedad en la búsqueda de una educación más inclusiva”, destaca Soto.
Cerca de 2.500 chicos integrados aprenden en aulas comunes. De ese total, la mayoría tiene dificultades sensoriales –no videntes y sordomudos–, en tanto que el resto de los integrados presenta dificultades mentales leves y (hasta) moderadas.
Los primeros ocupan todo el día en su formación: por la mañana asisten a las escuelas comunes y por la tarde van a escuelas especiales para los aprendizajes complementarios (lenguaje de señas y lecturas en Braille). Los segundos, sólo asisten a escuelas comunes y aunque los contenidos del programa son los mismos que para el resto de sus compañeros, se los ayuda con una adecuación curricular.
Finalmente, la socialización suele ser la parte “linda” de la integración. Los padres de chicos que tienen alguna dificultad cuentan que sus pares entienden lo que ocurre y por eso, suelen protegerlos especialmente.
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