De las 485 personas admitidas en alguno de los nueve centros para el tratamiento de adicciones que dependen del Estado provincial, entre enero y mayo de 2013, la mayoría (33%) fueron adolescentes de entre 14 y 19 años y le siguieron los mendocinos de 35 años o más (23%).

La estadística realizada por el observatorio del Plan Provincial de Adicciones, da cuenta de que en el mismo período, 17% de los mendocinos/as que acudieron a una de esas instituciones rondó entre los 20 y los 24 años; 15% tenía de 25 a 29 y 12%, de 30 a 34.

Los datos no sólo dejan entrever que el consumo de drogas (legales e ilegales) se ha complejizado en los últimos años en Mendoza, sino que también gana terreno a edades cada vez más tempranas. De allí, la necesidad de reforzar el trabajo en materia de prevención. "En promedio, se registran al menos seis admisiones semanales", explicó Carina Stehlik, directora del Plan Provincial de Adicciones.

El psiquiatra Javier Dussel contextualizó esta realidad. El especialista en salud mental consideró que de hecho, el problema más grave se da con los niños y adolescentes que se encuentran en situación de abandono en todas sus formas.
 
"Hay muchos chicos y chicas muy jóvenes que desde pequeños pasan mucho tiempo en la calle y toman contacto con drogas, que pueden ser más o menos dañinas", aseguró el profesional y recordó el impacto que tiene en el desarrollo de los más jóvenes la crisis que vive la familia, desencadenada al mismo tiempo por muchos otros factores, dentro de los cuales el económico no queda al margen.

El pegamento, como así también el tolueno líquido -sustancia prohibida- y los solventes, están deteriorando casi de manera irreversible la salud y las perspectivas de un futuro para los niños, niñas y adolescentes afectados por esta situación.
 
"Ése es el problema más grave en materia de adicciones. Lo vemos en las guardias de los hospitales y en las áreas donde se trabaja para abordar las situaciones de crisis", dijo.

Para lograr una plena rehabilitación, agregó el psiquiatra, se requiere de dispositivos terapéuticos intensivos y tratamientos integrales que se prolonguen al menos entre dos y tres años.
 
El dinero que se requiere para este fin también es significativo: entre 40 y 50 mil pesos por persona cada año. "Creo que la sociedad aún no considera como una prioridad el hecho de destinar fondos para estos fines tan necesarios", opinó Dussel.

Stehlik explicó que a diferencia de otros años, ahora se ha notado una mayor apertura por parte de las familias y los pacientes para ir en busca de ayuda. Por eso, ella consideró que hoy la problemática está más visible e incluso, "al existir más centros de tratamiento, hay más consultas".

Diferentes motivos

En las entidades sin fines de lucro que trabajan con apoyo estatal, como Conexión, los trabajadores de la salud perciben una diferencia en el motivo que lleva a adolescentes, por un lado y adultos por el otro, a efectuar una consulta.
 
En ese sentido, el psicólogo Juan Carlos Mussuto, director terapéutico de ese Centro Preventivo Asistencial en Adicciones, señaló que dentro del grupo de personas mayores, muchos pacientes llegan muy preocupados por su consumo excesivo de alcohol, porque ya les ha provocado consecuencias en su salud.

En cambio, los jóvenes -detalló- requieren de un trabajo importante de motivación para que logren entender que tienen un problema y que se comprometan a generar un cambio en sus conductas. De hecho, suelen acudir al centro de día por derivación de un juez o por la inquietud de los padres, no por voluntad propia.

Por su parte, Stehlik destacó que existe por estos días una mayor demanda espontánea y menos por vía judicial. Además, aclaró que no es necesario afrontar una adicción para acudir a un dispositivo de tratamiento.

En base a las estadísticas del plan para abordar las adicciones la sustancia que motiva el tratamiento es en primer lugar el alcohol (43%), seguido por la cocaína (29%) y la marihuana (21%).

Una diferencia que destacaron desde el Plan respecto de las conclusiones expresadas en este corte estadístico en relación a los anteriores es que esta vez coincidió la percepción de los pacientes respecto de la sustancia que está arruinando su vida y aquello que los especialistas concluyeron en su diagnóstico.