Clarín - Jueves 13 de junio de 2013
Que los padres se involucren, que no sólo se mida lengua y matemática, que el colegio sea más abierto son algunas de las claves que proponen docentes y especialistas.
Es la palabra vedette de los debates actuales sobre educación: todos quieren mejorar la calidad educativa. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de calidad?
Para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), por ejemplo, la calidad de un sistema educativo se mide a través de los aprendizajes de los estudiantes. El instrumento por excelencia es la prueba PISA, que mide el desempeño de los alumnos en matemática, ciencias y lectura. En el último informe PISA disponible, de 2009, Argentina ocupaba el puesto 58 entre las 65 naciones que participaron. La cifra contrasta con el aumento del presupuesto educativo en la última década, que llegó al 6% del PBI.
La cuestión de la evaluación suele asociarse con los debates sobre calidad. Para Manuel Álvarez Tronge, presidente de la ONG Educar 2050, “la calidad educativa requiere de medición continua. Se necesitan parámetros ciertos y constantes para poder hacer un seguimiento en el corto, mediano y largo plazo. En este sentido, los mejores indicadores para evaluar cómo estamos en calidad son las evaluaciones a los alumnos ”.
En este punto, Cecilia Veleda, codirectora del programa de Educación de CIPPEC, advierte que no todo es medible en educación, pero a la vez resalta que “hay que generar más y mejores mediciones. Por ejemplo, mejorar los indicadores que ya existen –como los Operativos Nacionales de Evaluación, que deberían ser censales– para avanzar hacia un Sistema Integral de Información Educativa que incluya indicadores sobre infraestructura, equipamiento, diversidad social de los alumnos, etc”. Para ella no alcanza con medir los resultados en Lengua y Matemática: hay que observar “la integralidad del sistema, con miras a instalar en el país una cultura de la evaluación ”.
Los entrevistados coinciden: la calidad educativa abarca mucho más que la medición de los resultados de los alumnos.
Nancy Montes, investigadora de FLACSO, puntualiza que el concepto “engloba también la condición salarial de los docentes, su perfil profesional, los niveles de inversión de una sociedad en su sector educativo, las condiciones de infraestructura y equipamiento, los logros de aprendizaje en otras habilidades (artísticas, deportivas, científicas, culturales en sentido amplio)”.
Veleda propone mirar no solo los saberes que la escuela enseña, sino las capacidades que brinda a los chicos: “Una de las finalidades del sistema educativo es dar habilidades para la vida, ayudar a los chicos a construir un proyecto de vida. Esto implica transmitirles capacidades para la acción comunitaria, la inserción en el mercado laboral, el trabajo en equipo”. En esta línea, toda evaluación de la calidad debería tener en cuenta la capacidad de acción que el sistema brinda a los jóvenes, y no limitarse a los resultados de un multiple choice .
Alicia Cancilieri, directora de la Escuela Primaria N° 8 Bernardo de Monteagudo, de Vicente López, coincide: “La escuela de calidad es la que prepara a los chicos para que puedan transformar la realidad”.
Desde el Colegio Manuel Belgrano, de Belgrano, el rector Eutimio Rubio Sáez sintetiza: “Un colegio de calidad es un colegio abierto, donde se concibe al alumno como un líder capaz de transformar el barrio. Donde importa no solo lo académico, sino también lo deportivo, lo solidario, lo artístico, lo espiritual. En esos terrenos se van creando lazos entre los chicos, y se genera una pertenencia del estudiante, alineada con los valores institucionales”. Una escuela abierta es también aquella en la que “se trabaja con la diversidad”, “hay un diálogo fluido entre el profesor y el alumno” y “se incorporan las innovaciones tecnológicas al servicio del aprendizaje”, dice Eutimio.
Los directores consultados coinciden en que el trabajo en red es clave.
Eduardo Toscano, de la Escuela Media N° 6 Padre Carlos Mugica, de Retiro, subraya la necesidad de redes internas (el trabajo en equipo entre docentes, junto con los tutores y un equipo de apoyo externo al aula) y externas (el vínculo con otras escuelas de la zona, con los centros de salud del barrio, los terciarios y universidades, y empresas y fundaciones). Desde la Escuela N° 8, Alicia Cancilieri hace hincapié en el trabajo interinstitucional. Su escuela trabaja a la par del Jardín N° 901, que está en la misma cuadra, para articular los dos niveles. “Queremos crear un polo educativo en el barrio, para que nuestros alumnos se queden en la escuela pública”, cuenta Graciela Muñoz, directora del jardín.
De los diversos testimonios se desprende que la calidad no es tanto un resultado, sino un camino de búsqueda: “La calidad es un proceso de mejora continua, no tiene techo”, asegura Eutimio. Y remata con una definición que pone en el centro los vínculos que se tejen en la escuela: “ No hay calidad sin calidez, sin la ternura del buen trato, la escucha, el diálogo y el estar disponible para el otro”.
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