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El Iadiza cumple 40 años velando por las zonas áridas

Los Andes - Martes 5 de junio de 2012

El Instituto del Conicet nació para estudiar el desarrollo sustentable de las áreas desérticas de Mendoza. Cuenta con nueve grupos de investigación.

Los primeros parques nacionales argentinos nacieron a finales del siglo XIX y principios del XX con el objetivo de proteger sitios majestuosos e imponentes desde el punto de vista estético, como las Cataratas del Iguazú o el lago Nahuel Huapi.

Con un concepto bastante diferente, en 1961 se creó en Mendoza la reserva provincial de Ñacuñán, que apuntó a proteger un ecosistema de tierra seca. Once años después se fundó el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas, que cumple cuatro décadas de tareas que apuntan a la conservación y desarrollo de estas áreas.

La directora del Iadiza, Elena Abraham, subraya que la creación de la reserva de Ñacuñán (en Santa Rosa) no sólo fue original por ser la primera de la provincia, sino también porque representó un cambio de perspectiva en la protección. En lugar de buscar la preservación de cualquier cambio que pueda provocar el hombre, se apunta a estudiar de qué manera se puede hacer un uso sustentable de los recursos.

Aunque también se pretende recuperar el bosque que fue degradado para colocar los postes de alumbrado en la ciudad de Mendoza y también para producir carbón.

Algo similar ocurrió en Lavalle, donde los algarrobos fueron desapareciendo porque se usaba la madera para los tutores de la vid. También se redujeron considerablemente los humedales porque se hace un uso intensivo del líquido aguas arriba, sin planificar una utilización más equitativa en la extensión total de la cuenca. “En principio tratamos de entender los procesos y después de brindar alternativas, pero en conjunto con las comunidades locales”, indicó Abraham.

Sustentabilidad

El Iadiza nació como un organismo del Ministerio de Economía provincial, para pasar luego a la órbita del Conicet y de la UNCuyo, además del gobierno local. Por eso, y también porque se entiende la importancia de que las comunidades de las zonas áridas puedan desarrollarse, algunas investigaciones apuntan a estudiar de qué manera se logra un equilibrio entre uso y preservación.

Desde 1985, funciona un espacio complementario a la reserva Ñacuñán y cercano a ésta: la estación experimental de ganado y pasturas naturales “El Divisadero”. La vicedirectora del Iadiza, Silvia Puig explicó que allí se analiza el manejo de ganado mayor en pastizales naturales, para encontrar sistemas de rotación y descanso que permitan engordar los animales, pero sin deteriorar la vegetación.
 
Esto, teniendo en cuenta que antes del auge de la vitivinicultura, en Mendoza se engordaban los animales para llevarlos a Chile y que ahora se está afianzando nuevamente la ganadería en la zona por el auge de la soja en las provincias pampeanas.

97% del territorio

Las áreas cultivadas, con derecho a riego, constituyen apenas 3% del territorio. Sin embargo, históricamente las acciones de ordenamiento y uso del suelo se han concentrado en este pequeño sector, mientras 97% restante, de tierras secas, ha quedado marginado. Elena Abraham destacó, en este sentido, que la ley de ordenamiento territorial y uso de suelo, en cuyo proceso el Iadiza ha participado, aborda la extensión total de la provincia, lo que implica un avance.

Pero además, una de las herramientas fundamentales para poder proteger un territorio es conocerlo. El Iadiza contribuye a esto a partir de la explicación del funcionamiento de los ecosistemas de las zonas áridas, a través de nueve grupos de investigación, que se abocan a temáticas específicas: Botánica y Fitosociología; Desertificación y Ordenamiento Territorial; Ecofisiología y Producción; Ecología de Poblaciones y Comunidades; Ecología y Manejo de Vertebrados Silvestres; Entomología: Sistemática y Ecología; Geobotánica y Fitogeografía; Interacciones Ecológicas; e Investigaciones de la Biodiversidad.

Colecciones

Los profesionales de este organismo del CCT-Conicet no sólo se dedican a la investigación pura y a las aplicaciones en campo, sino también a organizar y custodiar colecciones biológicas, de especies representativas de las tierras secas. Así, existe una muestra de cerca de 10 mil ejemplares de vertebrados (aves, mamíferos, reptiles, anfibios y peces) y otra de 120 mil insectos.

El herbario Ruiz Leal -en homenaje a quien inició la colección que luego continuó Fidel Roig- alberga unas 60 mil plantas secas, pertenecientes a alrededor de 1.800 especies, la primera con 100 años de antigüedad. Esta especie de archivo es consultada por investigadores de distintas partes del mundo, que se abocan a la clasificación. Además, hay un banco de germoplasma, con semillas de forrajeras nativas y algarrobos; y un cactarium, la única colección de ejemplares vivos, con especies tanto nativas como exóticas.

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