Tal vez sin el emotivo y dramático relato de Henry Fonda, a lo largo de la película dirigida por Sidney Lumet y que aquí se conoció -durante los años '50- como "Doce hombres en pugna", ahora Mendoza tuvo su propia y primera experiencia de un juicio por jurado, sistema que se encuentra incorporado en nuestra Constitución Nacional desde sus orígenes, es decir en 1853 y explicitada en los artículos 24, 75 inc. 12 y 118, pero en la actualidad sólo se desarrolla en la provincia de Córdoba.

En este simulacro, doce ciudadanos fueron los elegidos, sobre más de 200 anotados y así quedó integrado el jurado que ocupó su lugar a la derecha de la escena.

Lo presidió Mario Alberto Juliano, presidente de la Asociación Pensamiento Penal; el fiscal Marcelo Altamirano, con participación en juicios reales en Córdoba y la defensa a cargo del abogado mendocino Pablo Salinas.

La acusada y los testigos fueron representados por artistas locales y cada uno realizó un trabajo de alta escuela y que, al término del juicio, fue rubricado por un cerrado aplauso del público, que ocupó una parte del salón de Grado del Rectorado de la Universidad Nacional de Cuyo, en la Facultad de Ciencias Económicas.

El caso

El jueves 3 de marzo de 2011, en horas del mediodía, asesinaron a Manuel Gómez. El arma utilizada, una pistola calibre 22. El hecho ocurrió en el tercer piso de un edificio de calle General Paz al 120.

A los pocos minutos, una mujer, Tamara Peña (representada por Estefanía Montenegro) entregó el arma a un detective de la policía de Mendoza, Leandro Oeste (en la piel de Andrés Sosa) y quedó detenida. Llegó a este juicio con la calificación de homicidio agravado por el uso de arma de fuego.

Los doce integrantes del jurado fueron asesorados por el juez sobre dos cuestiones, base del juicio por jurados: 1) Si el hecho que se juzga realmente existió y 2) si el acusado de haber cometido ese hecho es culpable o no culpable.

Tras el juramento de rigor comenzó el juicio con la acusación del fiscal a cargo del doctor Marcelo Altamirano de pie y ante el jurado ratificó su posición acusadora recordando que "Gómez (la víctima) no se puede defender simplemente porque está muerto". Después fue el turno de la defensa, responsabilidad de Pablo Salinas quien, dirigiéndose a los doce miembros del jurado, señaló que su defendida era víctima de violencia de género.

Los testigos

Fueron cuatro. El detective, un cartero, personificado por Guillermo Andrade; la dueña de la peluquería donde trabajaba la acusada; Julieta Zárate, y el encargado de un bar, Matías Barroso. Cada palabra y cada gesto era observado por el jurado poniendo toda la atención porque de ahí, de esos testimonios, debería salir el fallo.

Así se fue tejiendo lo que podría haber ocurrido aquel 3 de marzo del año pasado. Fue el cartero el que aportó detalles por "jugosos" sobre lo que vio, toda vez que se encontró con el muerto tirado en el piso y lleno de sangre cuando llegó a la oficina con la correspondencia.

Habló de la acusada con la que se cruzó por calle General Paz y la "miró muy bien", hasta logró observar que estaba "despeinada, con la camisa arrugada y que además le faltaba un botón...". También hizo referencia a que la víctima lo había visto algunas veces "borracho" y en otra oportunidad "dándose" con cocaína.

La peluquera aportó datos sobre el trabajo de la acusada, siendo ella la que vio cómo entregaba a la policía la cartera con el arma utilizada a poco de cometerse la agresión. Finalmente, el encargado del bar aportó que unos días antes del asesinato, Gómez "cacheteó" a Peña y la tiro al piso. "Tal vez -aventuró- porque ella intimaba con otro cliente".

La acusada hizo uso de la palabra para hablar de la violencia que había sufrido y rompió en llanto cuando recordó el hecho.

Alegatos

A la hora de los alegatos el fiscal se mantuvo en sus dichos y pidió que la mujer fuera declarada culpable, apoyándose en que hubo dos disparos y que ella los efectuó. "Enojada, lo llamó tres veces y después fue directamente y lo mató". Dedicó un párrafo a la madre de la víctima recordando los versos de Walt Whitman: "Cuando yo muera no me busque en la tumba...".

Precisamente, esa frase fue utilizada por Salinas para asegurar: "Voy a hablar con las pruebas, lejos de todo sentimentalismo poético".

Entonces, primero refutó los dos disparos, coincidiendo con el informe pericial; habló sólo de uno, producto de un forcejeo entre ambos. Reiteró, en favor de su defendida, que existió violencia de género. Se refirió a Gómez (la víctima) como un cocainómano, borracho, mujeriego, que pegaba a las mujeres. Además, de deberle plata (a la víctima, unos 8 mil pesos), no le gustaba que le recordaran las deudas.

Secreto

El final, después de casi tres horas, fue exclusivo del jurado que se retiró de la sala para deliberar en forma secreta y conforme a la conciencia de cada uno. Volvió con el fallo unánime: 'no culpable'.

Eso marcó el final de la intervención de los 12 miembros del Jurado, es decir el veredicto era obligatorio para el Tribunal y el juicio terminó, quedando la sensación de haber participado de una experiencia rica y posible de practicar en la Provincia.

"Nos llevamos de Mendoza un resultado ampliamente positivo porque nos reafirmamos en la convicción de implementar esta forma de participación del pueblo en la administración de justicia", concluyó Juliano.