Página 12 - Martes 6 de mayo de 2014
Un estudio de la Cepal destaca los aportes que hace el Estado para reducir la desigualdad social. Argentina figura en el segundo puesto del ranking regional, detrás de Uruguay. En la mayoría de los países de Europa las transferencias son superiores.
La distribución del ingreso en la economía nacional medida por el coeficiente de Gini es un 12 por ciento más progresiva luego de las transferencias de ingresos que realiza el Estado, como la Asignación Universal por Hijo y la política jubilatoria. La mejora distributiva luego de la intervención estatal está segunda en la región, después de Uruguay. A contramano del discurso dominante entre los economistas, el peso de la acción del Estado en la distribución del ingreso es todavía mucho mayor en los países desarrollados, donde la mejora es del 35 por ciento en promedio por el efecto de las políticas públicas. Según el estudio de Cepal “Pactos para la Igualdad. Hacia un futuro sostenible”, publicado ayer, la desigualdad bajó en la Argentina con respecto a comienzos de los ’90, aunque otros países de la región muestran en esa comparación mejores resultados.
La postergación de la publicación de los datos de pobreza e indigencia por parte del Indec desató un coro de versiones acerca de qué proporción de los argentinos padece esos flagelos. El estudio de la Cepal confirma que la tendencia general de crecimiento de la pobreza en los ’90 se rompió a comienzos de la década pasada, aunque esa trayectoria no fue exclusiva de la Argentina. “Entre 2002 y 2003 se produce un cambio relevante en la tendencia de la desigualdad en la región, después de una década en que no habían mejorado los indicadores. Si bien América latina y el Caribe sigue siendo la región más de-sigual del mundo, entre 2002-2011 15 de los 17 países de la región muestran mejoras, en un contexto de crecimiento económico sostenido y reducción de la pobreza”, indica la Cepal.
La tendencia adopta características particulares en cada país. Entre 1990 y 2002 la desigualdad creció considerablemente (que equivale a un aumento en el coeficiente de Gini) en la Argentina, Bolivia y Paraguay. Subió, pero en menor medida, en Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela. En Chile se mantuvo y en Colombia bajó. Luego de los avances de la última década, la Argentina llegó en 2011 –dato que toma la Cepal– a un nivel de desigualdad algo menor que el de 1990, aunque fue justamente después de ese año y hasta 2002 que se registraron los peores indicadores en ese sentido, y es toda esa pérdida de equidad la que se recuperó de 2003 en adelante.
Mejor resultado en la comparación 1990-2011 obtuvo Bolivia, mientras que en Paraguay la situación fue peor en 2011 que en 1990. Brasil y Venezuela están bastante mejor que en 1990 en términos de desigualdad, como Ecuador y Uruguay, aunque en menor medida. Chile y Colombia también registran mejoras con respecto a comienzos de los ’90.
Una medición complementaria al coeficiente de Gini es la distribución funcional del ingreso entre el trabajo y el capital. En la Argentina, el peso de los salarios en el PBI entre 1990 y 2009 cayó 1,8 por ciento, porque en los últimos diez años no se recuperó del todo la baja de los ’90. Esa caída “punta a punta” fue mayor en Brasil (2,1), Bolivia (3,6), Colombia (5,3) y Perú (4,7). Signo contrario mostró en Chile, Paraguay y Venezuela.
Un actor central para impulsar la mejora en la distribución del ingreso es el Estado, según se desprende de los datos de la Cepal. En la Argentina las políticas públicas permiten reducir un 12 por ciento el coeficiente de Gini, la mejor marca de la región después de Uruguay (14), seguida por Brasil (10), México (4), Bolivia (2) y Perú (2). Se trata de valores en todos los casos muy inferiores a los que muestran los países desarrollados. El primer lugar de la serie es para Finlandia, donde el Estado corrige en un 46 por ciento la distribución del ingreso definida por el mercado. En Alemania la intervención estatal la reduce en un 42 por ciento, en línea con el impacto en Dinamarca y Noruega (41), Francia (40) y Suecia (39), pero también en Irlanda (44), Italia (37), Grecia (35), Polonia (35), Estonia y Portugal (34) y España, con el 33 por ciento.
Por otro lado, la Cepal advierte que existe una relación positiva entre “el valor agregado per cápita de las industrias intensivas en ingeniería”, que hace equivalente al desarrollo industrial, y la “intensidad en conocimiento”, para lo cual utiliza los resultados de las pruebas PISA. El “nivel PISA” en la región da como resultado una estructura industrial mucho más compleja en Brasil que en Argentina, y en Argentina que en Colombia.
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