Los Andes- Martes, 12 de abril 2011
En estos momentos en que se están eligiendo las nuevas autoridades de nuestra UNCuyo, una nota que reflexiona sobre la buena gestión y la necesidad de evaluación universitaria.
Las funciones que desempeña la Universidad son la docencia, la investigación, la extensión y la gestión.
En la Educación Superior prevalece actualmente la evaluación de la Gestión Universitaria, pero no menguando la importancia de las otras dimensiones, sino por entender que sin una gestión calificada y de calidad, será inútil intentar mejorar los indicadores de excelencia en las otras funciones. Sin gestión universitaria solo se consiguen resultados propios del individualismo institucional, logrando en el mejor de los casos algunas islas de calidad.
La Gestión se ha convertido en la Educación Superior en una especialización fundamental que necesita de saberes que sobrepasan el conocimiento de la propia disciplina.
La gestión universitaria es una disciplina tenaz y de larga paciencia, que tiene conocimientos, procedimientos, técnicas específicas que no se aprenden rápidamente por la simple obtención de un cargo.
Prepararse para la gestión universitaria significa para los docentes estar dispuestos a un compromiso institucional que exceda los propios intereses. Significa conocer las normativas de la propia institución y las de todas aquéllas relacionadas, significa saber hacer, es decir aplicar gradual pero continuadamente las políticas que indican por donde avanza la Educación Superior en el mundo. Para ello se necesita estudio, presencia institucional y compromiso.
La gestión universitaria se basa en la elección de equipos de funcionarios de acuerdo al mérito por sus conocimientos, por los resultados de su desempeño y por sus cualidades personales y morales. Cuando las personas son reclutadas sobre la base de adhesiones acríticas a una gestión, por intereses personales o por su militancia política o ideológica se puede institucionalizar la ineficiencia.
La eficiencia de la gestión es -en estos momentos- el punto sensible en que los evaluadores del mundo de la Educación Superior ponen el foco y la evalúan por sus efectos y derivaciones. Es decir que los resultados se evalúan teniendo en cuenta el proceso de crecimiento de la institución y el desarrollo de los índices cualitativos y cuantitativos de sus funciones básicas, de las reformas introducidas y sus fundamentos, de la actualización al mundo actual del conocimiento. Se evalúa una Universidad en movimiento hacia el futuro, lo que implica su planificación y diseño al menos, para cinco años adelante.
Los problemas institucionales que han dominado la vida universitaria como el presupuesto, el sistema de gobierno, la estructura académica, los claustros, el currículo, las carreras, la biblioteca, han sobrevivido en las instituciones con tendencia a la auto- reproducción, a la fragmentación y a la atomización de los intereses académicos.
Los funcionarios que desarrollan una gestión eficiente son conscientes de que la Universidad es tradición e innovación, que se puede innovar desde lo que se es, desde lo que se construyó pero sin inmovilizarse, porque la inmovilidad de las funciones académicas termina produciendo una gestión de múltiples apariencias virtuales. Al volverse sólo palabras, los proyectos se marchitan en el papel y las ideas e imágenes desfallecen frente al desencanto de lo real.
La nueva cultura institucional se apoya en una visión estratégica y en el pensamiento a largos plazos; para ello, se manifiesta la necesidad de estudiar con atención la evolución de los sistemas de Educación Superior y ejercer un liderazgo institucional que decida poner en funcionamiento los cambios que ya requiere la conciencia universitaria de la comunidad.
Los administradores universitarios saben que necesitan poseer una teoría del conocimiento, ser capaces de pensar la evolución de los conocimientos, la situación del mundo y las demandas del país. No se ignora que no hay gestión universitaria sin trabajo de equipo de funcionarios, docentes, administrativos y también egresados y alumnos que constituyan un grupo eficiente.
Las gestiones institucionales de control y evaluación han recorrido un gran camino evolutivo, desde su origen como prácticas informales hasta su institucionalización como sistemas formales.
Las organizaciones universitarias transforman recursos en resultados mediante procesos de trabajo. En el proceso de trabajo se agrega valor a los recursos y este valor agregado es, precisamente, la esencia de dichos resultados. De allí surge que, en dichas organizaciones los principales objetos sobre los que se requiere contar con información y que requieren ser controlados y evaluados son: respecto a la relación con el entorno, los resultados que se entregan a la sociedad y, en cuanto al funcionamiento organizacional, los procesos de trabajo mediante los cuales se utilizan los recursos y se logran tales resultados.
La gestión universitaria se conoce por los resultados que se presentan a la vista, que pueden palparse como la realidad misma, como la verdad, que puede ser dura pero es ineludible.
Los temas principales se refieren a la necesidad de la articulación académica, lo que puede hacerse realidad solamente desde una gestión que intencionalmente se proponga el objetivo y de la conciencia de la comunidad universitaria sobre su necesidad. La evaluación permanente que necesita contar con una unidad de planificación y seguimiento que evalúe el desarrollo de sus actividades según el Proyecto Institucional. El tercer desafío es la incorporación real de las innovaciones tecnológicas y de la pedagogía universitaria en la docencia de grado y posgrado con una capacitación sistemática de los actores sociales involucrados.
Todos estos desafíos están incorporados a una nueva manera de entender la Educación Superior, que además, significa educar durante toda la vida.
Por ello la gerencia académica se obliga a estar a la altura de una universidad que representa el más alto nivel en la producción y la transmisión de conocimientos, con competencias de gestión eficaces y de asociación, basadas en el interés común, el respeto mutuo y la credibilidad, que deberá ser una modalidad esencial para renovar la enseñanza superior.
Existe entre los especialistas en Educación Superior una cierta inquietud porque las elecciones de los representantes se realicen sobre propuestas, proyectos académicos y disminución de las influencias políticas en las elecciones. Los docentes traducen un profundo desencanto por las transacciones entre élites que se autonomizan de sus electores y esa realidad genera escasas expectativas sobre la transformación de la universidad hacia una nueva realidad.
En ciertos casos la falta de programación o el incumplimiento de ella, la distancia creciente entre promesas y decisiones políticas y el creciente interés por las defensas de intereses sectoriales de las unidades académicas por encima de otras consideraciones de solidaridad y de mejora académica, pueden influir en crisis de representación.
Los lugares de excelencia tardan 15 o 20 años en construirse, hay que cuidarlos. El primer mandato de la Educación Superior en estos tiempos es elevar la autoconciencia de la comunidad con respecto a los problemas profundos de sus Casas de Estudios y sus desafíos a mediano plazo.
Nidia Carrizo de Muñoz - Historiadora, UNCuyo
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