Página 12 - Lunes 21 de julio de 2014
Los Brics, un acrónimo creado por bancos de inversión, se despacharon con los inicios de una arquitectura que edifica la nueva multipolaridad emergente en momentos en que se hunde el peso económico de Estados Unidos y se dilata la recuperación europea.
Producción: Tomás Lukin.
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Promover el desarrollo
Por Arnaldo Bocco *
Hace dos años, el grupo de países emergentes conformado por Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica se fijó el objetivo de independizarse progresivamente de la volatilidad del mundo financiero dominado por Estados Unidos. Para eso, se plantearon crear su propia arquitectura financiera mundial y la semana pasada dieron lugar al nacimiento de lo que podríamos denominar nuevos organismos multilaterales del siglo XXI. Los Brics, un acrónimo creado por bancos de inversión, se despacharon con los inicios de una arquitectura que edifica la nueva multipolaridad emergente en momentos en que se hunde el peso económico de Estados Unidos y se dilata la recuperación europea después del fatídico 2008.
El primer ensayo lo tuvieron China y sus aliados regionales motorizando, después de la crisis regional de 1997, un programa de administración cooperativa de reservas. Comenzó con un grupo de países, pero la iniciativa de Chiang Mai involucra hoy en día a toda Asia, incluso a Japón. Se trata de poner en valor a sus monedas (especialmente el yuan y el yen) para dar lugar a una unidad de cuenta que literalmente reemplaza de la esfera del comercio local y regional el uso del dólar y el euro. Asia comercia entre sus países en monedas locales (SML) y de paso administra trillones de recursos para tener un seguro de liquidez ante desbalances del mundo desarrollado.
El éxito fue notable, miles de millones de esas reservas se administran como un fondo de estabilización que sirve para estar prestamente disponible en caso de que sus miembros necesiten resolver alguna crisis de balanza de pagos y, en simultáneo, sirven de garantía a las emisiones de bonos soberanos locales para inversión en infraestructura de cada uno de sus integrantes. Chiang Mai y el Banco Asiático de Desarrollo (BAD) despliegan su poder financiero como socios en el mercado financiero y financian a los gobiernos en su desarrollo económico de largo plazo.
Todos los países asiáticos –sin excepción– tienen bancos nacionales de desarrollo que lideran inversiones domésticas y las de sus empresas en el exterior, pero su nave insignia es el BAD. Ninguna potencia, ni siquiera Alemania, se priva de tener bancos de fomento y desarrollo de propiedad estatal. En la región, Brasil con el BNDS presta el doble de lo que lo hace el BIRF.
En nuestra región, la década pasada tuvo su aprendizaje con el Mercosur y la Unasur. Nuestras sociedades recuperadas por el desendeudamiento y desalineadas del neoliberalismo de los ’90 se plantearon la posibilidad de tener su independencia de los designios de mitad del siglo XX, exacerbados por el consenso de Washington. Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Lula da Silva quisieron profundizar el comercio en monedas locales y se diseñó el Banco del Sur. También se trabajó en la Unasur en un protosistema de administración regional de reservas.
Sin embargo, nos quedamos en la retórica del discurso. Esta semana los Brics crearon su Banco de Desarrollo con un patrimonio inicial de 100 mil millones de dólares (50 por ciento integrado ahora y el resto aportado en los próximos años) y un fondo de estabilización de reservas para ayudarse en caso de desbalances financieros internacionales. También avanzan en los primeros pasos para el progresivo abandono del dólar y el euro en el comercio bilateral. Herramientas que nosotros desarrollamos en los papeles, pero no logramos avanzar lo suficiente en la práctica.
El banco de los Brics es la noticia financiera más importante de la última semana. No es sólo para sus accionistas. Como los demás organismos multilaterales será un instrumento para los próximos integrantes de los Brics para movilizar liquidez a los créditos para el desarrollo de la infraestructura que hoy aún carecemos. En el fondo es el mismo proyecto de Chávez, Néstor y Lula, pero concretado por Dilma, Putin y Xi Jinping quienes de este modo ponen en valor la idea de independencia financiera que bregaron las políticas emancipadoras de años recientes.
Argentina que tiene todo para ser parte de ese bloque, no dispone aún del instrumento más relevante para ingresar con ropaje independiente a ese club: su propio Banco de Desarrollo. Es incomprensible que después del banquicidio público de los ‘90 todavía no hayamos creado la institución financiera de la sustitución de importaciones y de canalización de recursos crediticios para la internacionalización de nuestro comercio y nuestras empresas argentinas. No es tarde, aún estamos a tiempo. Esta sería una de las reformas que nos faltan para que la independencia financiera nos permita tener las industrias que necesitamos, el empleo que emancipa a los trabajadores y la infraestructura que hace a la democracia el sistema que con crédito público lleve el progreso y desarrollo social al fondo mismo del pueblo.
Los Brics nos invitan a un club sin etiqueta ni galera pero reclaman, eso sí, que las ideas además de pregonarse ahora se cumplan. Piden que hagamos lo que enunciamos en Unasur. Gran oportunidad nacional para redimir a quienes creemos que el desarrollo independiente es necesario y suficiente, pero además posible.
* Economista.
¿Emergentes o independientes?
Por Julio C. Gambina *
Los tiempos cambian rápidamente. En los años ’80 y ’90, la norma fue el ajuste y la reestructuración regresiva del orden capitalista en nuestra región con privatizaciones, desregulaciones, orientación privilegiada a la mercantilización, a la iniciativa privada y al libre movimiento de capitales internacionales, entre ellos el fenómeno del endeudamiento.
Con el nuevo siglo vinieron tiempos de cambio político, sustentados en una enorme resistencia popular. Desde los no al ALCA, a la deuda y la militarización, a los sí de un programa de soberanía popular e integración alternativa en la primera década del siglo XXI, que en algunos casos incluía el horizonte anticapitalista y por el socialismo. Nos remitimos a noviembre de 2005 cuando se consolida el rechazo al tratado de libre comercio promovido por Estados Unidos en las agendas de debates de presidentes de las Américas y se comenzaba el camino de descrédito final a la OEA. Fueron las bases para la conformación de la Unasur, en 2008 y la Celac, en febrero del 2010.
Por esos años se modificaron las constituciones de Ecuador (2008) y Bolivia (2009) con importantes innovaciones en sus capítulos sobre el orden económico. Vale mencionar para esos tiempos históricos y en simultáneo, en 2007 estallaba la crisis de las hipotecas en Estados Unidos, y como parte del fenómeno, en 2008 se desplomaron grandes bancos de inversión y otras empresas de seguros asociadas al sistema financiero. Así se generalizó una crisis mundial del capitalismo con recesión en 2009, sin solución aún y que motiva a la búsqueda de rentabilidad de capitales demandando recursos naturales y fuerza de trabajo barata, situación que define a los países emergentes.
Bajo esa situación de crisis mundial se dieron las condiciones para el reclamo de una Nueva Arquitectura Financiera (NAF). Iniciativa que se desarrolló en dos sentidos. Por un lado, intentando modificar desde adentro el sistema surgido en 1944, lo que resultó imposible, con Estados Unidos y sus socios de la tríada conformada con Europa y Japón, indispuestos a menguar su hegemonía. Por otro, promoviendo una serie de iniciativas en la región, como el Banco del Sur, un fondo común de inversiones y de uso de reservas internacionales, la utilización de monedas locales para el intercambio e incluso la potencialidad de convergencia económica, todo en un marco de integración no subordinada y articulación productiva de Sudamérica.
Por ello, en diciembre del 2007, siete presidentes de la región sudamericana suscribían el acuerdo por el Banco del Sur y anunciaban que en tres meses estaría funcionando. Junto a la entidad financiera regional se apuntaba a un Fondo de inversiones, constituido por las importantes y crecientes reservas internacionales. El imaginario popular animaba estas propuestas con expectativas para consolidar fuentes de financiamiento para un modelo productivo y de desarrollo alternativo, que permita limitar la dependencia de inversiones externas o de los préstamos tradicionales del mercado financiero mundial para promover el programa de la soberanía alimentaria, energética o financiera.
Ese programa suponía el estímulo a la agricultura familiar y comunitaria contra la dominación de las transnacionales de la alimentación y la biotecnología, el derecho a la energía en armonía y defensa de los bienes comunes para una industrialización no dependiente; con promoción de investigaciones de ciencia y técnica asociando saberes específicos profesionales surgidos de la universidad pública con saberes populares. Se trataba de una propuesta a contramano del monocultivo y los transgénicos, la megaminería a cielo abierto y el régimen de armaduría industrial con dependencia del ingreso de insumos y maquinarias, condición de potenciación de la dependencia del ingreso de capitales foráneos, lo que define el carácter de emergentes para los países receptores de capital de riesgo o de préstamo.
Aquella imagen tiene el límite del orden capitalista y por eso, la realidad de esos anuncios de nueva institucionalidad financiera no se materializó. Aún son parte de las expectativas esperanzadas de un cambio económico que consolide los cambios políticos y avance en la perspectiva de otras relaciones económicas y sociales. Mientras, los países emergentes, los Brics, anuncian nuevos bancos y fondos de contingencia, a imagen y semejanza de los hegemónicos, muy discutidos por su papel en la consolidación de la inequidad y la transnacionalización. El objetivo se orienta a la promoción de la emergencia, cuando lo que se necesita es otro rumbo para la independencia.
* Doctor en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Presidente de la Fisyp.
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