El problema por las faltas sistemáticas de los alumnos preocupa cada vez más a las autoridades escolares, ya que se trata de chicos de la secundaria que no asisten a clase durante casi 70% del trimestre. Con semejante diagnóstico, "que arrastra lógicos problemas de aprendizaje y de conducta", la Dirección General de Escuelas (DGE) resolvió recurrir a los padres para convertirlos en agentes multiplicadores de conciencia y compromiso  para con sus pares.

¿El objetivo? Llegar a aquellos progenitores que prácticamente no pisan la escuela de sus hijos. Así, se logrará más rápido y mejor al objetivo que tiene este año la DGE: diseñar un plan de convivencia en las escuelas de la provincia pero, sobre todo, en el secundario, donde se registran "conductas más complejas y hay más dificultades para aceptar los límites y las normas", según explicaron desde ese organismo.

Consultada por este diario, la subsecretaria de Educación, Mónica Soto, explicó el plan oficial. La primera reunión con padres "ausentes" será antes de las vacaciones de invierno, y la construcción de las normas se estaría aplicando en la vuelta a clase. "Ya venimos reuniéndonos en cada establecimiento con uno o dos papás de cada escuela de toda la provincia, pero nos vamos a juntar en junio o principios de julio nuevamente con los padres que estuvieron, y ellos mismos se han comprometido a llevar a otro papá de su comunidad escolar; pero no a cualquiera, sino a aquel que nunca acude a la institución.

Ese es el desafío surgido de ellos mismos y que tendrá todo el aval de esta gestión", precisó. Soto admitió que los intentos que se han realizado con los padres o tutores terminan rompiéndose, porque siempre participan en las convocatorias aquellos cuyos hijos no son problemáticos. "Esto no es responsabilidad del niño y menos de la escuela. Sí lo es del adulto. Un chico que falta durante un trimestre entre 60% ó 70% de los días de clase va a tener dificultades para aprender.

Apelamos al compromiso de los progenitores. Están las escuelas abiertas para plantear un plan de convivencia colectiva, construido entre todos, incluidos los papás", planteó la subsecretaria, y agregó: "Hemos recorrido todas las escuelas y nos hemos reunido con directores de nivel inicial, primaria y secundaria. Nos juntábamos con uno o dos padres en cada escuela. Queremos hacer programas de trabajo para ellos y actuar en conjunto para contribuir a la formación de nuestros jóvenes".

DUDAS Y OTRAS ALTERNATIVAS.

Según los expertos, la convocatoria a padres de hijos conflictivos puede hacer  agua en un lapso muy breve si no se tienen en cuenta algunos elementos. El educador, asesor internacional y coordinador del Observatorio de Convivencia Escolar, Alejandro Castro Santander, aseguró: "El planteo de la DGE ya es un asunto viejo, y el objetivo de trabajar en un taller de padres es muy complicado y fuera de época".

Y agregó: "El grupo de padres funciona en algunas escuelas privadas y costó mucho mantenerlo en el tiempo. Es un espacio que tiene que estar monitoreado desde varios sectores pero, así y todo, fuerza un clima social, porque el ritmo del mundo no va por ahí. Hoy, ni con sus amigos los padres arman bingos, asados, reuniones con frecuencia". Por su parte, la decana de la Facultad de Educación elemental y Especial de la UNCuyo, Mónica Castilla, destacó: "Es fundamental la convocatoria a los padres no sólo para informarles sobre el mal comportamiento de sus hijos; generalmente se los llama para lo negativo y no se los convoca para otras actividades, como hablar sobre qué esperan de sus hijos, de la escuela y de ellos mismos como formadores. O acordar de qué forma los chicos pueden cumplir con la tarea en casa. Desde el 2004, estamos en un programa de habilidades sociales para ser desarrolladas en las escuelas.

Allí se trabaja con la familia y, en la mayoría de los casos, ha dado buenos resultados".

MEJORAR LA CONVIVENCIA ESCOLAR.

La búsqueda de los padres ausentes se da en medio de la visita del titular del Programa Nacional de Convivencia Escolar, Fernando Onetto, quien llegó ayer a Mendoza para delinear acciones comunes que ayuden a mejorar el trato en las escuelas. Tiempo atrás se trabajó fuerte en  un plan de convivencia escolar pero hizo agua al poco tiempo. Sobre este punto, Onetto, aclaró: "Al compromiso hay que renovarlo. Los acuerdos de convivencia deben movilizar a toda la escuela, pero son un punto de partida. Hay que ver en el día a día cuánto se lo usa y qué ajustes necesita. Se prevé una revisión cada tres años. El acuerdo de convivencia es una herramienta, pero no es mágico ni resuelve todo".

A la hora de plantear estrategias alternativas, Onetto acudió al concepto de mediación como una habilidad para alumnos, docentes y directivos a la hora de manejar conflictos y poder resolver con palabras y no con actas.

El funcionario luego hizo hincapié en la relación escuela-familia. "Es un trabajo arduo, denso, porque son dos instituciones muy distanciadas entre sí en estos días", completó.