Clarín - Jueves 29 de agosto de 2013
Algunas provincias se resisten a incorporar los materiales preparados por el Ministerio de Educación. También pesan los temores de los docentes y el recelo de los padres.
En la tele, a toda hora; en las tapas de las revistas; en Facebook y Google; en las publicidades; en las conversaciones: el sexo está en todos lados. Chicos y chicas reciben información sobre este tema de las fuentes más diversas, pero esos datos e imágenes no siempre se traducen en un mayor conocimiento sobre sexualidad. Es paradójico: hoy los menores están más bombardeados que nunca con mensajes sobre sexo, pero esos mensajes a veces los confunden en vez de ayudarlos a comprender mejor su sexualidad y aprender cómo cuidarse a sí mismos. Falta una voz ordenadora: la de la escuela, que podría ayudar a aclarar el panorama, pero no termina de hacerse cargo porque la ley de educación sexual sigue sin aplicarse.
“El problema es la calidad de la información”, explica Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM). Los chicos y adolescentes hablan de sexo principalmente con sus pares, que suelen saber tanto –o tan poco– como ellos. En Internet también sobra la información: el problema es cuando no hay a quién preguntarle las dudas. Para Bianco, pese a que es obligatoria desde 2006, la educación sexual “no se está enseñando en la mayoría de las escuelas del país”.
La ley establece que la educación sexual debe abarcar desde el nivel inicial hasta el terciario. “En muchas provincias –especialmente en el Noroeste– los materiales producidos por el ministerio nacional no están llegando a las escuelas porque las autoridades se niegan a trabajar con la perspectiva del programa”, señala Ana Lía Kornblit, investigadora del Conicet y el Instituto Gino Germani.
El panorama hoy es desparejo: mientras algunas provincias, como Santa Fe, tienen su programa local de educación sexual, en otras, como Salta, la aplicación está muy atrasada. La necesidad de saldar esta deuda resulta evidente si se tiene en cuenta, por ejemplo, que la mayoría de los adolescentes tienen su primera relación sexual en la etapa escolar: la edad promedio de iniciación sexual de los jóvenes es 14 años, según un estudio de Kornblit y Sebastián Sustas.
Una de las trabas a la implementación de la ley es el prejuicio de que la educación sexual incita a la promiscuidad. Los especialistas desmienten esta idea, y aseguran que, en realidad, se trata de reflexionar sobre las prácticas sexuales para que los chicos y chicas puedan elegir. Un ejemplo: “Sabemos por nuestras investigaciones que las chicas están aún muy condicionadas a mostrarse enamoradas y cultivar el amor romántico, hasta el punto de ser mal juzgadas si exigen el uso del preservativo en una relación o, peor, si llevan uno en su cartera. En las escuelas podemos darnos un espacio para preguntarnos por qué pasan estas cosas”, dice Graciela Morgade, doctora en Educación de la UBA y especialista en el tema.
“Algunos docentes piensan que los chicos están más aggiornados o tienen más información sobre sexo que ellos. En el imaginario de los maestros, los chicos tienen una vida sexual muy promiscua. Pero no es tan así”, afirma Kornblit.
También hay miedo a la reacción de las familias si la escuela encara estos temas, sobre todo en primaria. Pero Kornblit sostiene: “Lo cierto es que muchos padres se sienten aliviados cuando la escuela se hace cargo de este tema”.
El apoyo y la participación de las familias resultan fundamentales para desarrollar un clima de confianza en la escuela, que permita que los chicos se animen a plantear sus inquietudes. Cecilia Román, profesora e investigadora de la UBA sobre temas de género y educación, sostiene: “Es imprescindible generar un vínculo de confianza entre la escuela y las familias para abordar esta temática. La escuela no debe pedir permiso para enseñar educación sexual sino invitar a participar a las familias. Lo principal es que los chicos y chicas tengan algún referente adulto con el cual compartir sus dudas, comentarios, deseos, conocimientos, en el marco de un vínculo de confianza absoluto”.
Incorporar definitivamente la educación sexual a la currícula permitiría, según los expertos, combatir la desinformación que aún manejan muchos chicos, entre quienes todavía subsisten viejos mitos (por ejemplo, que una mujer no puede quedar embarazada en su primera relación sexual) y datos erróneos (como la creencia de que interrumpir el coito es un método anticonceptivo eficaz).
Así lo creen Julio Sivitillo y Alejo Gonzáles, de 17 años, quienes participan del programa “Mejor hablar de ciertas cosas” en la ciudad de Wheelwright (Santa Fe), dentro de la Red Nacional de Jóvenes para la Salud Sexual. Julio y Alejo denuncian: “Todavía hay escuelas que directamente no hablan del tema, y otras que sí lo hacen pero no brindan una educación sexual completa, sino que solo organizan charlas o algunas clases especiales”.
Como muchos otros jóvenes, Julio y Alejo reclaman que la escuela se haga cargo de la educación sexual de una buena vez. Solo así será posible garantizar que todos los chicos y chicas puedan convertir los mitos, imágenes e informaciones sexuales que los rodean, en un conocimiento que les permita ejercer plenamente sus derechos, cuidarse y cuidar al otro.
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