Martes, 6 de marzo de 2018
SALTA.- El tres de marzo de 1816, dirige un ataque contra un batallón español en Bolivia, logrando derrotarlos. Esa acción le valió el nombramiento de teniente Coronel, rango militar único en el mundo para una mujer. Pasó toda su vida luchando y murió en la pobreza absoluta y olvidada en la provincia de Jujuy. Desde siempre Juana Azurduy de Padilla estuvo en el olvido y su figura comenzó a tener relevancia nacional hace dos años, cuando se promovió en la Cámara de Diputados de la Nación, que su imagen ocupara los billetes de nueva denominación que se pongan en circulación. La idea quedó en la nada.
La heroína nació en la localidad boliviana de Chuquisaca, en algún momento de 1780, era mestiza, como gran parte de la población del Virreynato del alto Perú y al igual que muchos en esos años quedó huérfana muy pequeña y pasó su infancia en un convento de monjas de su provincia natal, la cual fue sede de la Real Audiencia de Charcas. Poco se sabe de su juventud, pero en 1802, a los 22 años, una edad avanzada para esa época, se casa con Manuel Ascencio Padilla, con quien tiene cinco hijos.
La vida tranquila en familia dura poco, ya que su marido se suma a los grupos independentistas y el 25 de mayo de 1809, cuando estalla la revolución independentista, Juana y su marido se unieron a los ejércitos populares, creados tras la destitución del virrey y al producirse el nombramiento de Juan Antonio Álvarez como gobernador del territorio. No fue la única, pero si las más aguerrida de las mujeres que se sumaron a las milicias revolucionarias de Bolivia.
Al principio, Juana colaboró activamente con su marido para crear “El escuadrón de Los Leales”, el cual debía unirse a las tropas enviadas desde Buenos Aires para liberar el Alto Perú. Durante el primer año de lucha, Juana se vio obligada a abandonar a sus hijos y entró en combate en numerosas ocasiones, ya que la reacción realista desde Perú no se hizo esperar.
La Audiencia de Charcas quedó dividida en dos zonas, una controlada por la guerrilla y otra por los ejércitos leales al rey de España. En 1810 se incorporó al ejército libertador de Manuel Belgrano, que quedó muy impresionado por el valor en combate de Juana; en reconocimiento a su labor, Belgrano llegó a entregarle su propia espada. Juana y su esposo participaron en la defensa de Tarabuco, La Laguna y Pomabamba.
En el verano de 1816, su marido Manuel parte a la zona del Chaco encabezando una incursión contra tropas españolas. Ella queda sola para defender la región de Villar, en donde se encontraba la hacienda en donde vivía. La región era constantemente azotada por las fuerzas realistas, por eso organizó la defensa del lugar y efectuó una audaz incursión, los derrotó con sólo 200 hombres y ella misma arrebató la bandera del regimiento al jefe de las fuerzas enemigas y dirigió la ocupación del Cerro de la Plata.
Por esta acción y con los informes favorables de Belgrano, el gobierno de Buenos Aires, en agosto de 1816, decidió otorgar a Juana Azurduy el rango de teniente coronel de las milicias, las cuales eran la base del ejército independentista de la región. Tras hacerse cargo el general José de San Martín de los ejércitos que pretendían liberar Perú, la estrategia de la guerra cambió. San Martín quería atacar Lima a través del Pacífico, por lo que era necesario, para poder desarrollar su estrategia, la liberación completa de Chile y para ello desvió todos los recursos a su campaña.
Esta decisión dejó a la guerrilla del Alto Perú en condiciones muy precarias; Juana y su marido vivieron momentos extremadamente críticos, tanto que sus cuatro hijos mayores murieron de hambre. Poco tiempo después Juana, que esperaba a su quinto hijo, quedó viuda tras la muerte de su marido en la batalla de Villar, el14 de septiembre de 1816. El cuerpo de su marido fue colgado por los realistas en el pueblo de la Laguna. Cuenta que en su estado y al mando de un puñado de soldados fue hasta el lugar a rescatar el cadáver de Manuel.
Tras quedar viuda, Juana se halló en una situación desesperada: sola, embarazada y con los ejércitos realistas controlando eficazmente el territorio. Tras dar a luz a una niña, se unió a la guerrilla de Martín Miguel Güemes.. A la muerte de Güemes en 1821, se disolvió la guerrilla del norte, y Juana se vio obligada a malvivir en la región de Salta. Tras la proclamación de la independencia de Bolivia en 1825, Juana intentó en numerosas ocasiones que el gobierno de la nueva nación le devolviera sus bienes para poder regresar a su ciudad natal, pero a pesar de su prestigio no consiguió una respuesta favorable de los dirigentes políticos.
Murió en la provincia Jujuy a los ochenta años de edad, en la más completa miseria: su funeral costó un peso y fue enterrada en una fosa común. Una mujer brava, decidida y rebelde que rompió reglas en tiempos difíciles. Ojalá llegue el reconocimiento merecido a su disposición y valentía.
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