El Sol - Viernes 22 de junio de 2012
Funciona desde hace 18 años en Godoy Cruz y cada vez tiene más demanda de niños con discapacidad. Salud no les otorga cargos a sus profesionales, pese a los reclamos.
Hace 18 años, cuando era remota la posibilidad de que un niño con discapacidad fuera incluido en aulas para chicos sin problemas de ese tipo, la maestra Silvia Ezquer fundó el primer jardín inclusivo de la provincia y pionero en implementar prácticas novedosas. El jardín municipal Mi Angelito se ubica en el barrio Las Tortugas, de Godoy Cruz. Allí asisten a diario y en dos turnos 110 niños de entre 2 y 12 años, de los cuales, más de 20 presentan alguna discapacidad.
"Cada vez vienen más chicos y derivamos a muchos que no tienen una discapacidad severa, como síndrome de Down. Preferimos abordar casos más severos porque no tienen otro lugar para rehabilitarse", grafica Ezquer. Mi Angelito, además de inclusivo, es terapéutico, y esta característica lo hace único, porque cuenta con un equipo de profesionales de la salud que trabaja a diario en la rehabilitación psicológica y kinesiológica de los chicos antes, durante o después de las horas de clase del centro educativo para infantes.
Sin embargo, y pese a la fuerte vocación de los psicólogos, nutricionistas, fonoaudiólogos, pediatras y hasta odontólogos que allí trabajan doble turno, el apoyo del Estado provincial brilla por su ausencia. Es que, ese equipo, indispensable para desarrollar diversas habilidades en los más pequeños, cuenta con un contrato de locación municipal, equivalente a un magro salario y exento de aportes jubilatorios, antigüedad u obra social.
"Hasta ahora, el área educativa funciona bien y ha respondido a las necesidades de este jardín, pero falta que alguien nos responda sobre el eje de la salud, que es el terapéutico y tiene tanta importancia, en este caso, como el proyecto educativo. Es necesario, porque los profesionales trabajan aquí por amor, pero no es justo.
Tenemos cada vez más demanda porque somos el único lugar donde los chicos hacen su jardín y tienen rehabilitación dentro de la misma institución", explica Silvia Ezquer. El primer proyecto para que el Ministerio de Salud otorgara cargos para esta área fue en el 2007, aunque no se obtuvo respuesta, y el personal de Mi Angelito volvió a insistir el año pasado y presentó un proyecto en la Cámara de Diputados, en ese entonces, a cargo del presidente de la Comisión de Salud, Alberto Recabarren (actual director de la OSEP).
Hasta ahora tampoco hay novedades. Ayer, los integrantes de la Comisión de Salud de la Cámara Baja no recordaban el reclamo enviado por el jardincito inclusivo pero prometieron buscar el proyecto con el número de expediente correspondiente para los próximos días. Sólo Recabarren, aunque ya lejos del recinto legislativo, instó a unir voluntades.
"Creo que si el jardín es de jurisdicción municipal y no alcanzan los recursos, podrían reunirse el área de Salud provincial, la DGE y la Comuna para acordar políticas en conjunto", propuso. Ahora bien, ¿qué diferencia hay entre un jardín inclusivo y uno común que acepta a chicos con discapacidad? Ezquer plantea que son muchas pero, básicamente, en una educación verdaderamente inclusiva, en el aula se trabaja con una pareja pedagógica en forma permanente e integrada; es decir, dos maestros (uno inicial y otro de educación especial) enseñan en la misma clase, y son asistidos por auxiliares, en su mayoría, estudiantes avanzados de alguna carrera afín a la salud.
EL JARDÍN, POR DENTRO Y POR FUERA. Mi Angelito es una edificación ubicada sobre un terreno de 3.000m2, otorgado en comodato por el Municipio godoicruceño, que también se hace cargo de la mano de obra y la dirección técnica. En tanto, la asociación de padres Kumelén brinda los materiales. Allí están habilitadas cinco aulas amplias, con baños adaptados, un Centro de Apoyo Educativo (CAE), un gran patio con cancha de fútbol y varios talleres recreativos y artísticos.
Para un futuro, cuando consigan los fondos, quieren terminar un salón de usos múltiples y más consultorios para la rehabilitación de más chicos con discapacidad. Así, consta del área de Jardín Inclusivo, el área del Servicio Educativo de Origen Social (SEOS), dependiente de la Dirección General de Escuelas, y el área Terapéutica y Salud, cuyo equipo de expertos trabaja fuera de la órbita formal.
La cuota mensual es de 50 pesos y va para la cooperadora escolar, aunque también se contempla beca total para aquellas familias que no pueden costear el servicio integral de Mi Angelito. Ezquer, quien se jubiló este año luego de casi 40 años de servicio docente, se capacitó en Cuba hace 20 años sobre el concepto de inclusión educativa.
Ezquer aún recuerda los comienzos duros para llevar adelante su iniciativa. "Allá eso funcionaba pero en Mendoza me trajo un montón de guerras con gente que no aceptaba que su hijo "normal" compartiera clase con un chico con problemas, y viceversa", cuenta, y agrega: "Durante muchos años no había un jardín inclusivo ni escuelas inclusivas en la provincia, pero, por suerte, hoy, el concepto está en boga y hay que defenderlo".
Una herramienta contra la violencia en las aulas
Una de las certezas que tiene Silvia Ezquer, la ex directora del jardín Mi Angelito, es que si todas las escuelas y jardines de la provincia fueran inclusivas no habría violencia en las aulas. La experiencia de docente en esa institución por casi 20 años ha demostrado en muchas ocasiones que "los chicos que tienen problemas de tipo social traen más conflictos en la integración que aquellos que padecen de alguna discapacidad", planteó Ezquer, fundadora de la institución.
"Muchos vienen con problemas graves de violencia intrafamiliar o acarrean la depresión de sus padres por el desempleo. Estamos rodeados de chicos con problemas sociales, pero estos niños, cuando comparten su aprendizaje con un compañerito discapacitado, tienden a ser mucho más solidarios que de costumbre y valoran mucho más su aspecto sano a nivel físico. Valoran más su cuerpo, están más agradecidos.
Además, se vuelven líderes positivos porque tienen la responsabilidad de ayudar a su compañero", concluyó. Ayer en el patio y las aulas de Mi Angelito, El Sol pudo corroborar la solidaridad entre los chicos y, especialmente, la alegría compartida por todos.
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