Uno - Miércoles 28 de noviembre de 2012
El nuevo juez de la Suprema Corte aspira a “achicar la brecha” para que la corrupción política y la delincuencia económica sean tratadas del mismo modo que los sectores más vulnerables.
Perfil bajo, no: bajísimo. Así es el flamante miembro de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, Omar Palermo. No le gustan las fotos, tampoco salir mucho en la prensa: “Sólo lo justo y necesario”, dice este fanático del Atlético San Martín, afectuoso y apasionado por su trabajo. “Vengo de la Justicia local, así que sé muy bien dónde me estoy metiendo”, asegura.
Para Palermo, juzgar los delitos de lesa humanidad que habían quedado impunes desde la vuelta de la democracia era una deuda social que nada tiene que ver con lo ideológico.
Tiene muchos sueños. Uno es el principal: hacer una “Justicia más justa”. Aquí la redundancia cobra sentido, ya que, según afirma, el sistema judicial tiene más al alcance al más vulnerable que a la delincuencia económica o la corrupción política. Él designado juez de la Corte se ha propuesto “achicar esa brecha”
–Se nota que usted no es un hombre mediático...
–Sí, posiblemente, no me siento cómodo, no cultivo el alto perfil. He realizado declaraciones cuando ha sido necesario. Para el 24 de marzo de 2010 veníamos muy mal en el tema juicios de lesa humanidad y por eso creí oportuno hacerlo. Por suerte la situación se revirtió.
–¿Sabe o imagina cómo será su nuevo territorio?
–Yo tengo casi 20 años de magistrado, de los cuales 15 o 16 los pasé en la Justicia provincial. Por eso sé muy bien en dónde me estoy metiendo.
–¿Qué proyectos o qué logros quiere alcanzar en su nuevo cargo?
–Sueños tengo muchos. Yo soy un tipo con muchas ilusiones. Vuelvo a ser juez, que es el lugar en el que me siento más cómodo. Me parece que he sido mejor juez que fiscal. Como fiscal me siento muy cómodo en causas de lesa humanidad pero no en las causas comunes.
–¿Tiene carga ideológica la búsqueda de justicia en cuanto a crímenes de lesa humanidad?
–Buscar justicia no es una cuestión ideológica, de ninguna manera lo es. Y esto quiero que lo escriban: no estoy de acuerdo con esa visión. Cuando alguien mata a otro o cuando alguien desaparece a otro, no hay ideología. Cuando alguien tortura, buscar justicia no es ideológico. Lo que hay es una identificación en contra de un ataque generalizado y sistemático contra la población. Los hechos son tan graves que te sentís cómodo en la parte acusatoria. Juzgar un delito de lesa humanidad no tiene ninguna carga ideológica, afecta a toda la humanidad. Entonces hay que juzgarlo. Eso es lo que me moviliza.
Cuando se mata, se tortura y se viola y eso lo hace el Estado no hay ideología.
–Sorprendió en la audiencia pública cuánto cariño le mostraron familiares de las víctimas del terrorismo de Estado.
–Tiene que ver con que desde que se produjeron las desapariciones, desde que se pidieron los hábeas corpus que eran sistemáticamente rechazados, y cuando se abrió el período democrático, las respuestas fueron las mismas. Porque los operadores judiciales que tenían que responder eran los mismos. Entonces uno hace lo que tiene que hacer, y eso les genera afecto.
–Hablemos de San Martín, el club de sus amores...
–Nunca lloré tanto como cuando descendió San Martín. No es que se me caían las lágrimas: lloraba desconsolado. Mis hijos, que se han criado en Mendoza capital, son muy Chacareros, más que yo.
–Es muy raro que la votación en el Senado sea tan favorable (26 bolillas blancas contra cinco negras).
–Creo que hay diversas razones para tantas adhesiones. La primera es que soy un hombre del Poder Judicial, no vengo de la política. No van a descubrir nada nuevo conmigo. No tengo una sanción.
Lo segundo es que más allá de cuestiones ideológicas, mi intervención en lesa humanidad tiene que ver con una de las políticas fuertes del Estado, no de un gobierno. Nadie políticamente está en contra de lo que se ha hecho en materia de lesa humanidad. Puede haber matices, pero nadie se opone.
–Sabemos que es profesor, ¿piensa seguir dando clases?
–Soy profesor de Derecho Penal en la universidad. Amo dar clases y quiero seguir haciéndolo. Además esta función no se contrapone con la de docente.
–¿Cuáles son sus expectativas para cambiar cosas del actual sistema judicial?
–Yo le he dedicado mi vida al estudio del derecho penal. Me fui con mis hijos chiquitos a estudiar a Barcelona; subimos a mi hija al avión con dos meses. He dedicado horas de mi vida y de mi familia al estudio. No quiero volcar toda mi formación en fallos. Me interesan muchos temas no ser sólo un juez de sentencias. Me interesa la política judicial.
–¿Y cuáles serían, a su criterio, las deudas de la Justicia con la sociedad?
–Está faltando la aplicación del Código Procesal Penal en toda la provincia. Hay que profundizar la aplicación del sistema acusatorio, no sólo territorialmente. Que los operadores judiciales internalicen que realmente estamos en un sistema acusatorio y que se apliquen todos los institutos del Código Penal.
Hay muchas soluciones ante un conflicto a las que se puede llegar antes de la sentencia y que permitirían por un lado agilizar los procesos y por otro dedicar recursos humanos, técnicos y materiales a la investigación de otros delitos, como delitos económicos. Es una falencia de nuestro sistema penal en general, no del mendocino. Tenemos que tener una política de persecución penal en esta materia.
El poder económico es menos vulnerable al sistema judicial que la delincuencia común, que está más al alcance de la mano del sistema operativo judicial. Es más o menos así en casi todo el mundo: hay sistemas que son menos selectivos. En España, por ejemplo, el derecho penal económico tiene mucha fuerza porque alcanza a un sistema del empresariado y de la corrupción política también. Hay otros países en los que el sistema judicial es más selectivo, recae sólo en los más vulnerables. Esta brecha hay que reducirla.
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