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Palabras y política

Página12- Miércoles, 04 de mayo 2011

Roberto Samar advierte que las palabras que usamos hablan también de las miradas que tenemos del mundo.

Cuando nombramos algo lo categorizamos vinculándolo con una serie de conceptos, prejuicios e ideologías. Lo relacionamos con un campo semántico, que es un conjunto de palabras o elementos significantes con significados relacionados. Estas redes de sentido son lentes que condicionan la forma en que vemos el mundo.

A modo de ejemplo, si hablamos de la ley de matrimonio “igualitario”, implícitamente se pone el eje en la igualdad de derechos, es decir, que es para todos. La denominación “ley de matrimonio homosexual” pone el eje en que se trata de una política para una minoría.

Asimismo, cuando hay un delito que comete un chico, no es lo mismo hablar de “niños” que de “menores”. El término “niño” remite a los derechos del niño y está atravesado por la imagen tierna de un pequeño, mientras que la palabra “menor” tiene un sesgo jurídico y por lo tanto más distante. Por eso probablemente quien quiera bajar la edad de imputabilidad hablará de “menores” cuando quiera discutir el tema.

En el mismo sentido, pero más grotesco y evidente: no es lo mismo discutir la “ley mordaza K”, como la denominaban algunos medios, que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, como la define la Coalición por una Radiodifusión Democrática.

Cuando nombramos algo delimitamos el escenario sobre el cual vamos a plantear la discusión. Lo complejo del tema es que este condicionamiento, al ser sutil, muchas veces pasa inadvertido.

Cabe decir que no es inocente la selección de cada término elegido en la construcción de un discurso determinado. Este es un rol importante de los medios de comunicación, que mediante los titulares, las tapas de los diarios y los panoramas informativos construyen el sentido de lo que es noticiable o no, y de esa manera nos instalan la agenda informativa.

En otras palabras, nosotros con el periódico en la mano discutiremos la supuesta actualidad que otros nos conceptualizaron con una mirada determinada.

Esta disputa discursiva no es un problema superficial o de estilo, ya que la determinación del nombre de lo que se discute influirá en el desenlace del debate. Por eso las definiciones de los hechos políticos son un importante espacio de confrontación, que influirá la forma de percibir la realidad.

En base a lo expuesto es que el nombre que tomemos como el verdadero de una cosa será el fruto de las relaciones de poder que existen en la sociedad. Como sostiene Michel Foucault, “la verdad ha de ser entendida como un sistema ordenado de procedimientos para la producción, regulación, distribución, circulación y operación de juicios. La verdad está vinculada en una relación circular con sistemas de poder que la producen y la mantienen”.

En ese sentido, cuando hablamos, opinamos o discutimos usamos términos que nunca son azarosos ni inocuos. Siempre son funcionales a cierto paradigma, por lo cual recordemos estar atentos a las palabras que utilizamos ya que en parte determinarán los escenarios futuros y las miradas que tengamos del mundo.

* Licenciado en Comunicación. Docente del Seminario de Filosofía Política Moderna, UNLZ.

http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-167509-2011-05-04.html

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