A las 10.30, los alumnos del Colegio Pablo Nogués escucharon que el timbre sonaba de un modo especial y se ubicaron debajo de los bancos. Luego de esperar a que pasara el supuesto sismo, fueron saliendo al patio, es decir, la zona de seguridad del edificio. Sentados en el suelo, siguieron concentrados las tareas de rescate que realizaron los Bomberos Voluntarios de Godoy Cruz y las de atención de los heridos por parte del Servicio de Emergencia Coordinado.

Evelyn Escobar, Ángela Díaz, Emilse Alfaro, Agustina Iudica y Berenice Pérez, de octavo, comentaron que se sorprendieron un poco cuando salieron del aula taller y vieron cómo salía humo de una ventana del primer piso. Es que el simulacro involucró, entre otras prácticas, un aparente incendio en un sector del establecimiento. Pero lo que mayor impacto produjo en los jóvenes fue presenciar cómo un bombero descendía desde la terraza por un muro, ayudado de una soga y llevando consigo una camilla con un muñeco. En cuanto tocó el suelo, los chicos aplaudieron.

Alan Vargas, Natanael Vicencio y Luis Valdez contaron que les explicaron cómo debían proceder unos momentos antes de que empezara el ejercicio didáctico de simulación sísmica, aunque ya habían desarrollado otros simulacros con menos despliegue. En cambio, Alan indicó que se había enterado de éste durante el fin de semana por la difusión en los medios. Los chicos destacaron que estaban aprendiendo cómo manejarse ante una situación real e incluso a practicar reanimación cardio pulmonar.

Jonathan Vargas y Julián Díaz, también de octavo, explicaron que el timbre de la escuela sonó varias veces y la última el sonido fue más largo, por lo que sabían que debían ubicarse debajo de los bancos hasta que el profesor les indicó que fueran saliendo en forma ordenada. Tomás Fernández fue el encargado de llevar el matafuegos, por si era necesario utilizarlo, ya que en la primaria había aprendido cómo usarlo.

Jóvenes comprometidos

Si bien el simulacro (que también se hizo en Casa de Gobierno y la Legislatura, ver aparte) incluyó varias escenas impactantes -humo, traslado de heridos en camillas, descenso por una pared y hasta una supuesta muerte que arrancó expresiones colectivas de desaliento-, los más de 300 jóvenes permanecieron alertas durante media hora. Así pudieron prestar atención a las indicaciones que fueron transmitidas con un megáfono por Melvyn Cavalo, jefe de Planeamiento y Capacitación de Defensa Civil. Incluso los chicos que debieron actuar como heridos conservaron su personaje durante el ejercicio.

Cavalo subrayó el alto grado de compromiso y la responsabilidad de los adolescentes y jóvenes, e indicó que lo importante era que aprendieran cómo se debe atender a las personas con diversos traumatismos y algunas maniobras de primeros auxilios, como también que desarrollaran el ingenio para trasladarlos con los elementos disponibles: bancos, mesas y puertas.

Sin embargo, indicó que el mayor desafío es involucrar a los adultos, ya que los chicos suelen participar de simulacros en las escuelas con cierta frecuencia. En cambio, algunos padres reciben capacitación en los sitios de trabajo pero es raro que hayan elaborado un plan para el hogar.

El funcionario destacó que se pueden consultar en la página web www.seguridad.mendoza.gov.ar algunos consejos para prepararse para un desastre.

Esto, porque planteó que si en Mendoza se repitiera un terremoto tan destructivo como el de 1861 manejan una hipótesis de que podrían morir 20 mil personas, resultar heridas otras 60 mil, dañarse unas 100 mil viviendas y tener que ser evacuadas cerca de 360 mil almas. De ahí la importancia de que exista una conciencia sísmica en la provincia.

Daniel Fretes, del cuerpo de Bomberos Voluntarios de Godoy Cruz, quienes demostraron cómo se desarrollan las tareas de rescate, contó que hay vecinos y empresas que les solicitan capacitación y que realicen simulacros. Además de hacerlo, también evalúan al lugar, para definir las zonas de seguridad de acuerdo a las salidas de emergencia.