Los Andes - Martes 22 de julio de 2014
Integraron un taller comunitario hace 7 años y aplican técnicas antiguas, pero con asesoramiento de una experta en modas y de especialistas de la UNCuyo en comercialización de los artículos.
El barrio Lihué, ubicado al norte de Guaymallén, es un hábitat que ha atravesado en su cuarto de siglo de vida por distintas vicisitudes, con tiempos buenos y otros menos saludables, castigado en ocasiones por episodios de violencia.
Pero, desde hace un tiempo y de la mano de dirigentes vecinales, y con el apoyo del municipio, en ese lugar se vienen generando acciones sociales para salir adelante y mejorar.
El barrio, de 1.021 viviendas y 38 manzanas, lo que le otorga el rango de ser el más grande del populoso departamento, tiene un emprendimiento de tejedoras, que ha empezado a comercializar sus productos con marca propia, que no es otra que Lihué, el nombre del conglomerado.
La base para montar la organización de trabajo, se consiguió con la participación activa de la unión vecinal San Sebastián, una de entidades referentes del barrio y del distrito Belgrano, casi en límite con El Bermejo.
La vecinal es conducida por Cristina Olguín (viuda, madre de 7 hijos), con una larga trayectoria en la militancia social.
Las tejedoras son una realidad del Lihué. Allí habitan mujeres nacidas en la provincia, pero también originarias de Bolivia, Perú y el norte argentino, algunas de la cuales tienen incorporado el tejido ancestral que realizaban sus antepasados.
Previo período de capacitación, la producción de las damas comenzó a crecer y se hizo necesario alquilar un local que las contuviera. La entidad vecinal alquiló un lugar sobre la calle Capilla de Nieve, en los fondos del barrio, y allí instalaron el taller de tejido y otros emprendimientos, entre los que figura un centro educativo para adultos.
El sitio es una antigua quinta, que conserva aún 220 frutales. La experiencia del grupo de tejedoras empezó hace 7 años. El área de Desarrollo Social de Guaymallén realizó las gestiones para nuclear a las emprendedoras, que no contaban con los instrumentos legales para competir en el mercado y comercializar sus productos.
"Nombre que nos une"
La idea de que la marca lleve el nombre del barrio fue de los propios hacedores. "Lihué es un nombre que nos une, es nuestro ámbito, a veces marginado", sostuvo Jacqueline Cienfuegos, que nació en Perú.
Cada semana, un grupo de 20 mujeres se reúnen a tejer en "La Quinta". Intercambian las más variadas técnicas, algunas muy antiguas que heredaron de sus abuelas, y entre todas, crean prendas únicas y coloridas.
De sus manos salen gorros, guantes, tapices, pie de camas, mantas, mantillones, chalecos y ponchos. El tiempo compartido, también sirve para la amistad y la tertulia; a veces algunas de las tejedoras hablan en sus lenguas originarias, y en el ambiente se escuchan frases en quechua por ejemplo.
Las técnicas que se emplean para crear las prendas son el bastidor, el telar, en crochet, o 2 agujas, existiendo otra más, en faja, que es muy antigua.
Así, las mayores transmiten sus técnicas ancestrales a las más jóvenes y juntas confeccionan prendas únicas.
La diseñadora María Bombal colabora con las tejedoras acercándoles modelos, tendencias, orientándolas para que las prendas tengan un toque actual para que sea consumido por los más jóvenes.
Inclusive, las creadoras reciclan bolsas de arpillera, las bordan y las utilizan para envolver las prendas que venden.
Impulso comercial
Para vender sus productos, reponer las materias primas y seguir produciendo, las tejedoras necesitaban un respaldo. Ese apoyo lo brindó la oficina de Desarrollo Social de Guaymallén.
"La idea -dijo el titular del área, Augusto Rosales- es fortalecer la labor de las tejedoras, brindando capacitaciones a través de profesoras de la Universidad Nacional de Cuyo, que las asesoran en materia de presentación de los artículos (packaging), y promoviendo un circuito comercial".
Otra de las salidas a una comercialización con rendimiento, es incorporar el taller del Lihué a la Ruta de los Artesanos, que organiza el Ministerio de Desarrollo Social.
El mismo funcionario comentó que la marca Lihué está en trámite, pero mientras tanto las vecinas pueden vender sus productos con esa señal. La marca colectiva debe ser aprobada por el Ministerio de Desarrollo Social local y su equivalente en la Nación.
"Los productos son caros para venderlos en el barrio o en los alrededores, por eso necesitábamos comercializarlos afuera. Son prendas únicas, de calidad, que merecen tener su espacio en el circuito comercial", indicó la vecinalista Olguín.
Además de Jacqueline, que es coordinadora del grupo, se encuentra Valentina Aricoma, boliviana, quien se unió a las tejedoras hace un par de años, al jubilarse. Toda su vida desarrolló tareas de empleada doméstica.
"Aprendí a tejer en Bolivia cuando era niña, pero después no lo practique más, acá no encontraba tiempo o dónde hacerlo. Cuando empecé a venir al taller comencé a recordar, pensé que lo había olvidado, pero ya puedo hacerlo de nuevo, es mi distracción, mi entretenimiento", comentó.
Vida-existencia
El origen del Lihué se remonta a los años 1988/89. Gobernaba Mendoza José Octavio Bordón, y estaba al frente del IPV Manuel Moreno Serrano.
El nombre del lugar, vocablo araucano, significa "vida-existencia" y se le ocurrió a Moreno Serrano, en razón de que en las reuniones preparatorias para ir desarrollando la barriada, los vecinos se mostraban "activos, llenos de entusiasmo y vida por salir adelante".
El barrio se encuentra entre calles, Capilla de Nieve, Servet, Mitre y Colón, con Pedro Molina como eje central, en el distrito Belgrano.
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